La iluminación espiritual

La pregunta correcta

Cuento Zen (157)

Un cura aficionado a la ornitología tenía doce pájaros. Todos los días los soltaba para que volaran y estos siempre regresaban a sus jaulas. Pero un día solo regresaron once, así que el sacerdote, decidido, en la misa de 12 del domingo preguntó:

¿Quién tiene un pájaro?

Todos los hombres se levantaron.

Disculpen, no me expliqué bien.

¿Quién ha visto un pájaro?

Todas las mujeres se levantaron.

¡No, no! Lo que quiero decir es: ¿Quién ha visto mi pájaro?

Todas las monjas se levantaron...

MORALEJA

Debemos aprender a preguntar correctamente.

Pero si se trata de la existencia, ¿debemos aprender a preguntar correctamente?

Piénselo, la mente sigue acumula cosas, cataloga todas las experiencias, categoriza, clasifica, archiva, para poder usarlas en el futuro, cuando llegue el momento. Pero la existencia está tan viva que nunca pregunta las mismas preguntas otra vez. Y si estás demasiado en la mente, lo que respondes nunca es apropiado, nunca puede serlo. La vida sigue cambiando a cada momento.

Pero si se trata de Dios, ¿debemos aprender a preguntar correctamente?

Preguntar dónde está Dios es una estupidez, porque no puedes extraviar a Dios. Es tu interior, tu ser interno, tu mismísimo centro. Es tu existencia: respiras en él, vives en él y no puede ser de otra forma. Lo que ha ocurrido es que te has emborrachado tanto que eres incapaz de reconocer tu propia cara. Y a menos que regreses y te serenes seguirás buscando y buscando y seguirás errando.

Como decía el gran Confucio: Buscad sin plantear preguntas inútiles; Indaga; no plantees preguntas. Más bien, no procures conocer las preguntas; procura conocer las respuestas.

¡Mejor ve por el sendero del amor! No hay en él preguntas ni silencios; toda criatura se aniquila a sus pies, se hunde en el gozo de buscarlo, se sumerge en las profundidades de su amor como el alma iluminada profundizándose en la existencia.