El maestro Zen que se iluminó

Cuento zen con moraleja

La iluminación consiste en que aceptemos lo que es, en todo momento con la consciencia de que cada momento en el aquí y el ahora es sin dudar el mejor.

Imagen del cuento: El maestro Zen que se iluminó

Cuento zen sobre la iluminación espiritual

¿Conoce la historia de Banzán?

Antes de convertirse en un gran maestro Zen, pasó muchos años en la búsqueda de la iluminación, pero esta lo eludía. Entonces un día, cuando caminaba por el mercado, oyó una conversación entre el panadero y su cliente.

Deme el mejor trozo de pan que tenga, decía el cliente. Y el panadero replicó: Todos los trozos de pan que tengo son el mejor. No hay un trozo de pan aquí que no sea el mejor.

Al oír esto, Banzán se iluminó.

MORALEJA

La iluminación consiste en que aceptemos lo que es, en todo momento con la consciencia de que cada momento en el ahora es el mejor.

Durante tan solo veinticuatro horas, prueba lo siguiente: aceptación total; suceda lo que suceda. Si alguien te insulta, acéptalo, no reacciones y observa lo que ocurre.

De repente notarás que fluye en tu interior una energía que nunca antes habías notado. Cuanto te sientes débil y alguien te insulta, te molestas y empiezas a pensar de qué manera tomarás venganza; esa persona te ha atrapado y, en adelante, no harás otra cosa que darle vueltas y más vueltas. Durante días, noches e incluso años, no podrás dormir y tendrás pesadillas.

Hay gente capaz de desperdiciar toda su vida por una nimiedad insignificante, como que alguien le haya insultado. Basta con volver la vista hacia tu pasado para recordar unas cuantas cosas.

Cuando eras un chiquillo, el maestro te llamó idiota en clase y todavía lo recuerdas con rencor. Tu padre dijo algo, pero tus padres lo han olvidado y no logran recordarlo ni aunque tú se lo recuerdes. Tu madre te lanzó determinada mirada y desde entonces te ha acompañado la herida, que sigue abierta, en carne viva, y explotarás con solo que alguien la roce. No dejes que la herida se extienda, no permitas que te esclavice. Busca las raíces; acércate al Todo.

Durante veinticuatro horas –solo veinticuatro horas– trata de no reaccionar, de no rechazar nada; pase lo que pase.

Si alguien te empuja y te derriba, ¡cáete! Luego levántate y vete a casa. No hagas nada al respecto. Si alguien te agrede, inclina la cabeza y acéptalo con gratitud. Vete a casa, no hagas nada; aunque solo sea durante veinticuatro horas, y experimentarás un arrebato de energía que nunca antes habías conocido: una nueva vitalidad que surge de las raíces, y una vez que la hayas conocido, una vez que la hayas experimentado, tu vida cambiará. Luego te reirás de todas las tonterías que venías haciendo: de todos los rencores, reacciones y venganzas con las que te habías estado destruyendo. Nadie puede destruirte salvo tú; nadie puede salvarte excepto tú.

Si aceptas que el ahora es como es, es posible hallar la serenidad perfecta. Aceptar que es imposible dividir la existencia entera y que esta marcha como debiera. Esto es la iluminación.