La mente sexual del abuelo
Cuento zen con moraleja
Hay gente que es incapaz de comprender que la felicidad es posible por medios distintos del sexo y no puede entender que existe el gozo más allá del sexo.
Cuento zen sobre la mente sexual
La familia se las arregló para traer al abuelo patriarca desde España y este llego para ver a su hija y a su familia.
El anciano estaba fascinado con Nueva York y todo lo que ofrecía.
Un día su nieto, Emanuel, lo llevo al zoo en Central Park. La mayoría de los animales le resultaron conocidos al viejo hombre. Sin embargo, cuando se acercaron a la jaula en la que estaba encerrada la hiena reidora, el anciano sintió curiosidad. Emanuel, nunca en mi país oí de un animal que riera.
Emanuel, viendo al cuidador en las proximidades, le pregunto, Mi abuelo ha llegado recientemente de Europa. Dice que no tienen allí hienas reidoras. ¿Podría decirme algo sobre ellas para que yo pueda contárselo?
El cuidador le dijo, bien; come una vez al día.
Emanuel se volvió hacia su abuelo y le dijo, come una vez al día.
El cuidador prosiguió, se baña una vez a la semana.
Se baña una vez a la semana. El anciano escuchó con atención.
El cuidador añadió, se aparea una vez al año.
Se aparea una vez al año.
El anciano inmediatamente movió su cabeza pensativamente. De acuerdo. Come una vez al día, se baña una vez a la semana, pero si se aparea solamente una vez al año, ¿de qué se ríe?
MORALEJA
Este anciano no es tan viejo. Su mente todavía está apegada, en cierta forma, a sus días de juventud. Su mente es aún sexual. No puede entender por qué la hiena se ríe si solamente se aparea una vez al año.
Hay gente que es incapaz de comprender que la felicidad es posible por medios distintos del sexo. Hay gente que no puede entender que existe el gozo más allá del sexo. Hay gente que no puede entender que exista la felicidad excepto en la comida. Hay gente que no puede comprender que exista la felicidad excepto en las mansiones, los grandes automóviles, el acumular dinero, poder y prestigio.
Es imposible que comprendas más allá del punto en el que estas; la gente permanece confinada en sus propios puntos de vista. Esta es la auténtica prisión. Si quieres una síntesis deberás abandonar todas las cárceles, tendrás que salir de tus celdas. Son celdas muy sutiles y las has estado decorando durante mucho tiempo; puede incluso que las hayas estado comenzando a apreciar. Puede que hayas olvidado que son prisiones; puedes haber empezado a pensar que son tu hogar. Un hindú cree que el hinduismo es su hogar, nunca cree que sea una barrera. Todos los ismos son barreras. El cristiano cree que el cristianismo es el puente; nunca cree que el cristianismo es lo que le está impidiendo llegar a Cristo. La iglesia no es la puerta; es la barrera, es el muro.
Pero si has estado viviendo demasiado tiempo, durante siglos, con ese muro, si la mente se ha acostumbrado a él, crees que es una salvaguarda, una protección, un refugio. Y entonces observas a los demás; desde tu celda en la prisión observas el exterior. El que tú estés en la celda corrompe tu visión.
Sal afuera bajo el cielo y las estrellas y la síntesis se ocupará de ella misma. No tienes necesidad de sintetizar Oriente y Occidente; simplemente has de ir más allá de esos puntos de vista. Ve a lo trascendental y allí está la síntesis, allí está la verdad.