La iluminación espiritual

La muerte de frente

Cuento Zen (402)

Érase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la muerte y porque la muerte le hizo un gesto.

Aterrado, el criado volvió a la casa del mercader.

Amo, le dijo, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán.

Pero, ¿por qué quieres huir?, le preguntó el mercader.

Porque he visto a la muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.

El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo, y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.

Por la tarde, el propio mercader fue al mercado, y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la muerte.

Muerte, le dijo acercándose a ella, ¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?

¿Un gesto de amenaza?, contestó la muerte. No, no ha sido un gesto de amenaza, sino de asombro. Me ha sorprendido verlo aquí, tan lejos de Ispahán, porque esta noche debo llevarme en Ispahán a tu criado.

MORALEJA

¡La idea de la muerte nos mata!

El suceso de la muerte forma parte de la cadena de acontecimientos que pertenecen a un mismo fenómeno. El suceso final no es un fin, es solo una separación. Una relación, un orden, es reemplazado por otra relación, por otro orden. Nacer es un extremo de la vida y morir es el otro. El principio de la muerte tiene lugar al nacer.

En el momento de la muerte has de enfrentarte al hecho de que tu cuerpo va a desaparecer, que no puedes retenerlo por más tiempo, que la mente te abandona y dejas de controlarla, que tu ego se disuelve, ya ni siquiera puedes decir «yo». Tiemblas de miedo, al borde de la nada dejarás de ser.

Pero si te has preparado en la vida, es decir, si has realizado todos los esfuerzos para utilizar la muerte, para utilizar ese abismo de nada, en lugar de dejarte arrastrar por ella, entonces podrás saltar a ella, no te resultará doloroso ni angustioso, porque estarás consciente de tu muerte. Si aceptas la muerte y la celebras el momento que haya llegado, que puedas saltar fuera de tu cuerpo y de tu mente, fuera de tu ego que siempre ha sido un sufrimiento, si la puedes acoger con éxtasis, la muerte resultará ser una bendición, entonces no caerás inconsciente como lo hace la mayoría cuando está muriendo.

Así es como hay gente que llega a saber que no hay nada que muera. La muerte es impotente si estás dispuesto a vivirla, la muerte es muy poderosa si la temes. Una vida no vivida otorga poder a la muerte, una vida totalmente vivida le quita todo poder a la muerte. La muerte deja de ser.

La cercanía de la muerte hace posible que comprendas la inmortalidad que está en tu interior. Te sorprenderá descubrir que en el centro de tu ser eres eterno.

No hay muerte, nunca ha habido ninguna muerte.