La iluminación espiritual

Comprender la dualidad

Cuento Zen (148)

En aquellos días DIOS acostumbraba a vivir en la Tierra. Un día un viejo campesino fue a verlo y le dijo:

Mira, tú debes ser DIOS y debes haber creado el mundo, pero hay una cosa que tengo que decirte: no eres un campesino. No conoces ni siquiera el ABC de la agricultura. Tienes algo que aprender.

DIOS dijo:

¿Cuál es tu consejo?

El granjero dijo:

Dame un año y deja que las cosas se hagan como yo creo y veamos qué pasa. La pobreza no existirá más.

DIOS aceptó y le concedió al campesino un año. Naturalmente, pidió lo mejor y solo lo mejor: ni tormentas, ni ventarrones, ni peligros para el grano. Todo confortable, cómodo y él era muy feliz. El trigo crecía altísimo. Cuando quería sol, había sol; cuando quería lluvia, había tanta lluvia como hiciera falta. Este año todo fue perfecto, matemáticamente perfecto.

El trigo crecía tan alto, que el granjero fue a ver a DIOS y le dijo:

¡Mira! Esta vez tendremos tanto grano que, si la gente no trabaja en diez años, aun así, tendremos comida suficiente.

Pero cuando se recogieron los granos, estaban vacíos. El granjero se sorprendió. Le preguntó a DIOS:

¿Qué pasó? ¿Qué error hubo?

DIOS dijo:

Como no hubo desafío, no hubo conflicto ni fricción; como tú evitaste todo lo que era malo, el trigo se volvió impotente. Un poco de lucha es imprescindible. Las tormentas, los truenos, los relámpagos son necesarios, porque sacuden el alma del trigo.

MORALEJA

Este cuento es muy valioso. Si eres únicamente feliz, la felicidad perderá todo significado. Es como si alguien escribiera con tiza blanca sobre una pared blanca; puede escribir tanto como quiera, nadie será capaz de leerlo.

La noche es tan necesaria como el día. Y los días de tristeza son tan esenciales como los días de felicidad. A esto lo llamo entendimiento. Y lentamente, a medida que ves cómo es el ritmo de la vida, el ritmo de dualidad, de polaridad, dejas de preguntar, dejas de elegir. Y encuentras el secreto.

Vive con este secreto y descubrirás cuán grande es la belleza de la vida, cuánta riqueza llueve sobre ti en cada momento. Pero tú has estado viviendo con tus expectativas, con tus pequeños deseos triviales y sintiéndote miserable porque las cosas no iban de acuerdo con tus deseos.

Cuando sigues la naturaleza de las cosas, no hay sombra alguna. Incluso la tristeza es luminosa. No es que la tristeza no venga: vendrá igual, pero ya no será tu enemiga. La recibirás bien, porque verás que es necesaria. Serás capaz de descubrir su gracia, porque existe y porque es necesaria. Y sin ella serás menos, no más.