La iluminación espiritual

El creyente en brujas

Cuento Zen (356)

Un joven predicador cogió mil dólares de la caja fuerte de la iglesia y los perdió jugando en la bolsa. A raíz del penoso incidente le dejó su hermosa esposa. Lleno de desesperación fue hacia el río, y estaba a punto de tirarse del puente, cuando le detuvo una mujer que llevaba un abrigo negro, con una cara arrugada y el pelo gris.

No saltes, dijo con voz áspera. Soy una bruja, y te concedo tres deseos, ¡a cambio de que hagas algo por mí!

No hay nada que pueda salvarme, contestó él. El dinero ya me lo gasté y mi esposa ya me dejo.

No digas tonterías, aseguró ella. Y haciendo ademanes le dice al predicador: El dinero vuelve a estar en la caja de la iglesia y tu esposa está esperándote amorosa en casa. Además, ahora tienes doscientos mil dólares en el banco.

¡Pero qué maravilla!, balbuceó el predicador. ¿Qué tengo que hacer por ti?

Pasar la noche haciéndome el amor.

Pensar en dormir con aquella vieja bruja desdentada resultaba repelente, pero valía la pena, así que fueron a un motel cercano. Por la mañana, una vez pasada la ordalía nocturna, el sacerdote se hallaba vistiéndose para regresar a casa cuando la bruja que seguía en la cama le preguntó:

Dime, cariño, ¿qué edad tienes?

Tengo 42 años, contestó él. ¿Por qué?

¿No crees que eres un poco mayor para seguir creyendo en brujas?

MORALEJA

Eso es lo que pasa. Si tienes creencias puedes creer en una bruja, forman parte del mismo paquete. Si puedes creer en cualquier tipo de tontería, acabarás tragándotelas todas. Pero no llegas a despertar. Sigues dormido a la realidad.

La espiritualidad es no conceptual, no intelectual. Es la única religión del mundo que predica inmediatez, la inmediatez de vivir momento a momento. Estar presente en el momento, no en el pasado, no en el futuro. La verdad es ahora.

La verdad libera, y nada más. Todo tipo de creencias crea una atadura, una carga. Y la verdad no se puede encontrar mediante el esfuerzo intelectual, porque la verdad no es una teoría, es una experiencia. Para conocerla tienes que vivirla, y en eso es donde millones de personas yerran. Piensan que si pueden aferrarse a una creencia, les ayudará a encontrar la verdad. Poco a poco se asientan en la creencia, y la creencia no es la verdad. Es una teoría sobre la verdad: como si alguien se contentase solo con palabras, escrituras, doctrinas, dogmas; como si un ciego empieza a creer que la luz existe, o alguien hambriento lee un libro de cocina, y cree en esto o en aquello, pero sigue hambriento. Esa no es la forma de satisfacer el hambre.

La verdad es un alimento. Hay que digerirlo, asimilarlo; hay que permitir que circule por la propia sangre momento a momento, que lata en el propio corazón. La verdad tiene que ser asimilada en tu unidad orgánica. La creencia nunca se asimila, sigue siendo siempre un fenómeno sin relacionar.

Puede que seas hindú, pero el hinduismo sigue siendo tan solo un concepto intelectual. Puede que seas cristiano, o mahometano, pero esas religiones no son partes orgánicas de tu ser. En lo profundo de ti, la duda continúa.