Trascender sin adicción

Cuento zen con moraleja

Si tratas de trascender, vas a reprimir, y la represión es la única razón por la que la gente no puede trascender; así entraras en un círculo vicioso.

Imagen del cuento: Trascender sin adicción

Cuento zen para trascender sin adicción

La trascendencia es producto de la experiencia. Ves la inutilidad de algo y dejas atrás la adicción. Entonces, de vez en cuando, para cambiar, si quieres fumar no le veo nada malo; si quieres hacer el amor no le veo nada malo. El daño lo produce la adicción, no el acto mismo. Y la trascendencia no tiene que ver con el acto; la trascendencia tiene que ver con la adicción. Y estar completamente libre de adicciones supone una gran libertad.

En cierta ocasión un monje se dirigió a su abad porque no conseguía concentrarse en su meditación. El maestro, comprendiendo la situación, le ordenó limpiar la enorme estatua de Buda que presidía el templo.

Cuando el monje limpiaba una parte, la otra volvía a ensuciarse. Todos los días realizaba esta labor, pero nunca conseguía limpiar completamente los dos lados. Por más que se quejaba a su maestro, este siempre le insistía que tuviera paciencia, hasta que un día, siendo ya muy mayor, el monje miró la estatua y por fin comprendió que todo solo se trataba de una adicción. La estatua siempre había estado limpia.

MORALEJA

No tienes que trascender nada. Tienes que vivir todo lo que sea natural para ti, y vivirlo plenamente, sin inhibición, alegremente, estéticamente. Simplemente por vivirlo con profundidad, la trascendencia vendrá.

No tienes que trascender nada. Recuerda mis palabras. La trascendencia viene por sí misma, y cuando lo hace es una gran liberación y una gran libertad.

Si tratas de trascender, vas a reprimir, y la represión es la única razón por la que la gente no puede trascender; así estás entrando en un círculo vicioso. Quieres trascender y por eso reprimes, y como reprimes no puedes trascender, por lo que reprimes aún más. Al reprimir más te haces más incapaz de trascender.

Vívelo plenamente, sin condena, sin que la religión interfiera con tu vida. Vívelo con naturalidad, intensamente, totalmente, y la trascendencia vendrá. No es algo que hagas, es algo que ocurre. Y cuando viene por sí misma, no hay represión, no hay antagonismo.