La taza de té

Cuento zen con moraleja

Un hombre con conocimiento no puede ser engañado. Un hombre que vive en la verdad experimentada no es víctima de ignorantes y menos de un farsante.

Imagen del cuento: La taza de té

Cuento zen sobre la sabiduría

Según una vieja leyenda, un famoso guerrero, va de visita a la casa de un maestro Zen. Al llegar se presenta a este, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios. Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.

Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.

Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aun después de que la taza está llena. Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.

El maestro le responde con tranquilidad:

—Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?

Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó:

—A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada.

MORALEJA

No creas, pero experimenta como si fuera tu primera vez, como si no existiera nada antes. Experimenta por ti mismo, y si entonces puedes ver, si entonces puedes sentir algo, solamente entonces es un gran conocimiento. Pero entonces ya no es ignorancia, entonces es confianza. Esta es la diferencia entre ignorancia y el conocimiento: el conocimiento procede de la experiencia plena sin nada del pasado que la obstruya; la ignorancia es simplemente un prejuicio sin experiencia alguna que lo justifique procedente de un sin número de programaciones.

Un hombre con conocimiento no puede ser engañado. Un hombre que vive en la verdad experimentada no puede ser víctima de los ignorantes. Un ignorante solo puede engañar a otro ignorante; es la única manera.

Hay millones de personas dispuestas a ser engañadas, porque simplemente están esperando que venga alguien y las engañe: por su ignorancia, por su deseo vicioso, por su avaricia. Y recuerda siempre que la avaricia es avaricia, ya sea en el mundo material o en el mundo espiritual, no hay ninguna diferencia. Su condición siempre es la misma. Tú quieres que alguien multiplique por diez tu oro; eso es avaricia. Si alguien te dice: Yo puedo hacer que te ilumines, y tú caes inmediatamente. Eso también es avaricia.

Por medio de esta observación interna, las limitaciones se desvanecerán, la conciencia se vaciará y en el vacío la conciencia se expenderá.