La iluminación espiritual

El viajero sediento

Cuento Zen (365)

Era un viajero que se había perdido en el desierto y estaba a punto de perecer de sed. Pasó por allí una caravana y, en cuanto divisaron al moribundo, varias personas de la misma corrieron hacia él. Cuando una de esas personas iba a dar agua al sediento, las demás la detuvieron y le dijeron:

Espera, vamos a preguntarle a este buen hombre en qué prefiere que le sirvamos el agua.

Una de esas personas presentes dijo: Deberíamos dársela en una copa.

Otra replicó: Mejor dársela con ayuda de una cucharita.

Otra afirmó: Una cucharita es demasiado pequeña y sería mejor con un cucharón.

Otra preguntó: ¿Pero por qué no directamente del pellejo del camellero?

Otra aseveró: Así se derramaría; es preferible con una tacita.

¿Y no sería mejor empapando un paño con agua y depositándolo en sus labios?

Y porfiando cada persona y tratando de dar su opinión, el sediento expiró.

MORALEJA

Una mente dispersa, o que se extravía en la periferia en lugar de ir al centro y se empantana con lo irrelevante, es fuente de confusión y no se percata de las que debieran ser prioridades ni procede con la urgencia del momento ni de acuerdo con las circunstancias. Hay que ejercitar la mente para que sea más directa y clara.

Estos individuos de la caravana habían olvidado la necesidad del sediento. Sucede continuamente en la vida que sigues ocupándote de lo inútil, y te olvidas completamente de lo más esencial.

Tú no puedes dejar lo no esencial, eres adicto a lo no esencial. Realmente el noventa y nueve por ciento de tu energía se desperdicia en lo no esencial. Lo esencial no es suficiente y la mente siempre suspira por lo no esencial, porque lo esencial es tan poco, tan ínfimo, que puede ser satisfecho fácilmente.

Todo el mundo está intentando satisfacer lo no esencial. El noventa por ciento de la industria está implicada en lo no esencial. El cincuenta por ciento del trabajo del hombre se desperdicia en cosas que no son útiles en modo alguno. El cincuenta por ciento de la industria se dedica a satisfacer el ego de la humanidad: diseñando nuevos vestidos, diseñando nuevas casas, celulares, autos, cremas, jabones; el cincuenta por ciento de la industria se dedica a este sinsentido. Y la humanidad se muere de hambre, la gente se muere por no tener comida, y media humanidad está interesada en lo absolutamente no esencial.

Alcanzar la luna es absolutamente no esencial. Si fuéramos un poco más sabios ni incluso pensaríamos en ello. Es absolutamente tonto desperdiciar tanto dinero como el que podría emplearse en alimentar toda la tierra. Las guerras no son esenciales, pero la humanidad está loca, y necesita de las guerras más que de la comida. Necesita alcanzar la Luna antes que tener comida, antes que tener ropas, antes que tener lo esencial, porque lo esencial no es suficiente.

En un hombre verdaderamente espiritual sus acciones son las más esenciales las que no pueden ser evitadas. Lo que se puede evitar, él lo evita. Es tan feliz consigo mismo que no necesita desarrollar acciones. Su actividad es cómo inactividad; él actúa, hace sin que haya nadie actuando. Porque para conocer lo esencial, la única forma es renunciar a lo no esencial, descartar lo no esencial. Reconocer lo falso como falso es la única forma de conocer qué es la verdad.