La iluminación espiritual

Amar al prójimo

Cuento Zen (353)

El maestro explicaba a su discípulo. ¡Cuánta energía invertimos en hacer de nuestra relación con el prójimo algo amoroso! Es una batalla, es una guerra. Es como prepararse todo el tiempo para la guerra esperando que habrá paz, paz duradera, y esto y aquello. Usted está cansado de esa batalla, y hasta se habitúa a esa relación con los demás vacía y sin amor. Y espera y sueña que un día esto será todo amor, sin entender que debe amar a al prójimo como a sí mismo.

Entonces preguntó el discípulo al Maestro. ¿Qué he de hacer para amar a mi prójimo? A lo que el Maestro respondió inmediatamente. Deja de odiarte a ti mismo.

El discípulo meditó larga y seriamente estas palabras y regresó a decirle al Maestro: Pero si yo me amo demasiado a mí mismo, puedo ser un egoísta y un egocéntrico, ¿Cómo puedo librarme de mi egoísmo?

MORALEJA

Sé amigo de ti mismo, y tú yo, quedará satisfecho y te dejará en libertad para amar a tu prójimo. El amor saludable hacia uno mismo constituye un gran valor espiritual. Aquel que no se ama a sí mismo será incapaz de amar a otra persona, nunca. La primera vibración del amor tiene que surgir en tu corazón. Si no ha surgido por ti mismo no surgirá por ninguna otra persona, porque cualquier otra persona está mucho más lejos de ti.

Uno tiene que amar su propio cuerpo, uno tiene que amar su propia alma, uno tiene que amarse en su totalidad. Y esto es algo natural; de lo contrario no serías capaz de sobrevivir. Además, es algo bello, porque te embellece. Aquel que se ama a sí mismo se vuelve refinado, elegante. Aquel que se ama a sí mismo está destinado a volverse más silencioso, más calmado, más meditabundo; más lleno de oración que aquel que no lo hace.

El amor es la luminosidad, la fragancia de conocerse a uno mismo, de ser uno mismo. Es alegría desbordante. El amor ocurre cuando descubres quién eres; entonces no puedes hacer otra cosa que compartir tu ser con los demás. El amor ocurre cuando te das cuenta de que no estás separado de la existencia, cuando te sientes en una orgásmica unidad orgánica con todo lo que existe.

Todo el mundo quiere ser amado por el prójimo; ese es el gran problema. La solución es que todo el mundo quiera amar al prójimo. Aprende amar a los demás y descubrirás que mucha gente que ni te miraba se muestra amorosa contigo.

El problema es que tienes un corazón lleno de amor, pero has sido avaro, has sido egoísta; el amor, se ha convertido en una carga para tu corazón. En lugar de hacer florecer tu corazón, has estado acaparándolo, por eso, de vez en cuando; cuando sientes un momento de amor, sientes que algún dolor desaparece. ¿Pero por qué ha de ser solamente un momento? ¿Por qué no a cada momento? Ni siquiera ha de tratarse de un ser vivo. Puedes tocar esta silla con una mano amorosa. Es algo que depende de ti, no del objeto.

Entonces descubrirás una gran relajación y una gran desaparición de tú yo -que es una carga-, y la fusión con el todo. Quizá tengas más amor que los demás, quizás seas más afortunado y estás haciendo de tu fortuna una gran miseria.

Comparte tu amor al prójimo, sin preocuparte de a quién se lo estás dando. Simplemente, da, y encontrarás una paz y un silencio tremendos. Esto se convertirá en tu meditación. Uno puede llegar a la meditación por diversas vías; quizá esta sea la tuya.