La iluminación espiritual

Las ilusiones en el universo

Cuento Zen (339)

Vivimos con ilusiones que no corresponden a la realidad del universo.

Un viejo monje atravesaba el bosque con su discípulo, iban hacia otra ciudad. Pero el joven se sentía muy confuso, porque el anciano nunca había caminado así, iba casi corriendo y llevaba su bolsa agarrada. Y de vez en cuando palpaba algo dentro de la bolsa. El joven no podía imaginar qué tendría en aquella bolsa.

Cuando entraron en descanso junto a un pozo el joven se dijo a sí mismo: Nunca antes ha estado así. Y en un descuido de su maestro miró dentro de la bolsa por curiosidad. Había dos lingotes de oro. Ahora estaba muy claro por qué no quería quedarse en el bosque y por qué tenía tanto miedo.

Mientras el anciano se lavaba la cara y rezaba su oración, el joven tiró los dos lingotes al bosque, encontró dos piedras que pesaban casi lo mismo y las metió en la bolsa.

Al emprender de nuevo el viaje el joven le dijo a su maestro: No temas. He dejado el peligro junto al pozo.

Él dijo: ¿Qué quieres decir con que has dejado el peligro junto al pozo?

El joven respondió: Mira dentro de la bolsa y lo sabrás.

Miró dentro de la bolsa y dijo: ¡Dios mío! El anciano se rio, tiró la bolsa y se sentó debajo de un árbol; no podía parar de reír.

El joven le preguntó: ¿Por qué te ríes tanto?

El anciano respondió: Me río porque has hecho lo adecuado, y durante casi un kilómetro he pensado que esas piedras eran el oro. Ahora podemos quedarnos a dormir tranquilamente debajo de este árbol. Está bien. Ya no hay miedo ni prisa.

MORALEJA

El maestro podría haberse enfadado con el joven y; entonces no habría entendido nada. Pero se rio, se rio locamente, porque pudo ver el sentido: Fue tan estúpido de mi parte. El joven ha demostrado ser mucho más inteligente que yo. Mi propio discípulo tuvo que enseñarme esta lección.

Y concluyo el maestro con esta bella reflexión: Para el universo, el oro y las rocas no son muy distintos: es una ilusión humana, lo hemos proyectado. Si el ser humano deja de estar en este mundo, el oro ya no será oro; aunque seguirá siendo lo que es, no habrá diferencia entre su valoración y la de una piedra. La valoración y la diferencia la proyectamos nosotros, y después sufrimos.

Por eso la enseñanza de esta pequeña anécdota es inmensa. Si te puedes reír de ti mismo cuando tus ilusiones se caen, pronto podrás vivir sin ilusiones, vivir sin alucinaciones, vivir sin proyecciones. Y vivir sin todo esto significa vivir en paz, en silencio, y celebrar las pequeñas cosas que te da el universo.