La iluminación espiritual

Temor a lo desconocido

Cuento Zen (411)

En un país en guerra había un rey que cuando hacía prisioneros en las batallas, los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros a un lado y una inmensa puerta de hierro con grabados de calaveras cubiertas de sangre al otro.

El rey hacía formar a los prisioneros en círculo en la sala y les decía:

Ustedes pueden elegir entre morir atravesados por las flechas de mis arqueros o pasar por esta puerta misteriosa.

Todos elegían morir. Tiempo después, al terminar la guerra, un soldado que había servido fielmente al rey durante muchos años, se dirigió al soberano y le dijo:

Señor, ¿puedo hacerle una pregunta?

Dime, soldado, repuso el soberano.

¿Qué había detrás de la horrorosa puerta?

Ve y mira tú mismo, le respondió de inmediato el rey.

El soldado empezó a abrir temerosamente la puerta y, a medida que se abría, fueron entrando unos brillantes rayos de sol que iluminaron la sala. Finalmente, descubrió que la puerta se abría sobre un camino que conducía a la libertad. El soldado, admirado, solo miró a su rey mientras este le explicaba:

Yo les daba a todos la posibilidad de elegir, pero ellos preferían morir antes que arriesgarse a abrir esa puerta.

MORALEJA

Todos le tememos a lo desconocido y, a veces, nos condenamos a lo conocido.

Vivir peligrosamente es vivir. Si no vives peligrosamente, no vives. La vida solo florece cuando hay peligro. La vida no florece en la seguridad; solo florece en la inseguridad.

Si empiezas a tener seguridad, te conviertes en una charca empantanada. Tu energía ya no se mueve. Tienes miedo, porque nadie sabe cómo entrar en lo desconocido. ¿Para qué arriesgarse? Lo conocido es más seguro. Pero después te obsesionas con lo que te resulta familiar. Te hartas de ello, te aburre, te hace infeliz, sin embargo, es familiar y cómodo. Por lo menos ya lo conoces. Lo desconocido te da miedo. Simplemente, la idea de lo desconocido te hace sentir inseguro.

Pero ten en cuenta una cosa: no te olvides nunca del arte de arriesgar. Sigue siendo capaz de arriesgar. Siempre que encuentres una oportunidad de riesgo, no la desaproveches, y así no serás un perdedor. El riesgo es la única garantía que tienes de estar realmente vivo.