No imites a nadie
Cuento zen con moraleja
La gente libre hace falta, porque ellos no se limitan a imitar a otros, si no más bien consiguen su propia identidad. No seas un cordero; sé tu pastor.
Cuento zen para no imitar a nadie
En un cine, un hombre muy alto se dirige a un niño que está sentado detrás de él:
¿Puedes ver la pantalla, pequeño?
No señor, no puedo verla.
No te preocupes. Mírame y ríete siempre que yo lo haga.
MORALEJA
La unidad existente en la ilusión es una imitación de la verdadera unidad, porque el ego trata de imitar a Dios. Por eso les recuerdo que la gente libre hace falta, porque ellos no se limitan nunca a imitar a otros, si no más bien consiguen su propia identidad. No seas un cordero; sé tu pastor.
Dice Buda: «Los monjes y los sabios no han de aceptar mis palabras por respeto a mí, sino que deben analizarlas, del mismo modo que un orfebre analiza el oro a base de cortarlo, fundirlo, rasparlo y sacarle brillo».
Que no te pase la que le paso al que quiso imitar a un sabio...
Gran sabio, tú que eres un hombre de experiencia, le dijo un cortesano, ¿conoces algún remedio para el dolor de ojos? Te lo pregunto, porque a mí me duelen tremendamente.
Permíteme que comparta contigo mi experiencia, le dijo el sabio. En cierta ocasión tuve dolor de muelas, y no encontré alivio hasta que me las hice sacar.
Recuerden: «Mientras el fanático imita, el sabio vive su propia experiencia».
Sé una luz en ti mismo, es decir, no sigas a otros, no imites, no trates de parecerte a alguien. Naces con una posibilidad tremenda de inteligencia, naces con una luz dentro de ti, escucha a la voz pequeña que hay dentro de ti, y ella te guiará. Nadie más puede guiarte, nadie más puede convertirse en un modelo para tu vida, porque tú eres único. Nunca ha existido, ni existirá nadie que fuese exactamente como tú. Esta es tu gloria, tu grandeza: eres absolutamente irremplazable, eres simplemente tú y nadie más.
La persona que sigue a otros se vuelve falsa, se vuelve hipócrita, se vuelve mecánica. Puede que los demás le consideren un gran santo, pero en lo más hondo es simplemente ininteligente y nada más. Puede que tenga un carácter muy respetable, pero eso es solo la superficie, no tiene siquiera la profundidad de la piel. Ráscale un poco y te sorprenderás de que por dentro es una persona totalmente diferente, justo lo contrario de su exterior.
Siguiendo a otros puedes cultivar un bello carácter, pero no puedes tener una bella consciencia, y así, nunca podrás ser libre. Perderás toda realidad. Perderás toda la sinceridad, serás infiel a ti mismo. Te volverás artificial y fingido.
Buda define a la sabiduría como vivir la luz de tu propia consciencia, y a la necedad, como seguir a otros, imitar a otros, convertirse en una sombra de alguien.