El loro que imitaba a Nasrudin
Cuento zen con moraleja
Incluso el loro que imitaba a todos puede aprender de los modos humanos, puede imitar, puede volverse neurótico. Ser imitativo es sin duda ser neurótico.
Cuento zen sobre la imitación
He oído que:
Mulla Nasrudin tiene un loro muy salido. El loro estaba diciendo obscenidades continuamente, sobre todo cuando había visita, y Mulla estaba muy preocupado. Se estaba volviendo horrible. Finalmente, alguien sugirió que lo llevase al veterinario.
Y eso es lo que hace. El veterinario examina al loro a fondo y dice: Bueno, Nasrudin, tienes un loro cachondo. Yo tengo una hembra muy dulce y joven. Por quince rupias tu pájaro puede entrar en la jaula con el mío.
El loro de Mulla está escuchando desde la jaula. Y Mulla dice: Dios, no sé... ¿Quince rupias?
El loro dice: Venga, venga, Nasrudin, ¡qué te pasa! Por fin el Mulla dice: De acuerdo, y le da quince rupias al veterinario.
El veterinario coge el pájaro, lo mete en la jaula de la hembra y cierra la cortina. Los dos hombres se sientan a esperar. Hay un momento de silencio, y luego, de pronto: ¡Cuá! ¡Cuá! ¡Cuá! Hay plumas saliendo por encima de la cortina.
El veterinario dice: ¡Santo cielo!, y corre a abrir la cortina. El pájaro macho tiene a la hembra al fondo de la jaula sujeta con una garra, y con la otra le está arrancado todas las plumas, gritando encantado: Por quince rupias te quiero desnuda, ¡desnuda!
Entonces, al ver al veterinario y a su dueño, da un grito de alegría y dice: ¡Eh, Nasrudin! ¿No es así como tú también te lo haces con las mujeres?
MORALEJA
Incluso un loro puede aprender los modos humanos, puede imitar, puede volverse neurótico. Ser imitativo es ser neurótico. La única manera de conservar la cordura en el mundo es ser individual, auténticamente individual. Ser tu propio ser.
Así que lo primero hay que purificar el cuerpo de programaciones e imitaciones. Segundo, hay que reavivar de nuevo los sentidos.
Siempre que puedas, relájate. Siempre que puedas, deja la mente de lado. Ahora estás diciendo: Eso es fácil decirlo, pero la mente sigue y sigue.
¿Cómo dejar la mente de lado?
La manera de dejar la mente de lado es observar con las tres conciencias.
Conciencia número uno: deja que la mente corra, deja que esté llena de pensamientos; simplemente observa, sin involucrarte. No es necesario preocuparse por la mente, solo observa. Simplemente, sé un observador, y poco a poco verás que empiezan a surgir en ti pausas de silencio.
La conciencia número dos: cuando te des cuenta de que han empezado a surgir pausas, hazte consciente del observador. Ahora observa al observador y empezarán a surgir nuevas pausas. El observador empezará a desaparecer, igual que los pensamientos. Un día, el pensador también empieza a desaparecer. Entonces surge el verdadero silencio.
La tercera conciencia, tanto el objeto como el sujeto han desaparecido; has entrado en el más allá.
Cuando se consiguen estas tres cosas —el cuerpo purificado de programaciones e imitaciones, los sentidos liberados del embotamiento, la mente liberada del pensamiento obsesivo—, surge en ti una visión libre de toda ilusión: esa es la verdadera visión consciente.
Observa y aprende nuevas maneras de hacer las cosas, y libérate de los hábitos todo lo que puedas. No imites; si no, tus sentidos se embotarán. No imites. Descubre formas de hacer las cosas a tu manera. Pon tu firma en todo lo que hagas.