El ciego y la lámpara
Cuento zen con moraleja
La lámpara es un símbolo, es la luz de tu consciencia de tu ser encendido en tu interior, como el sol, para ver que si queda algo o si todo es hipocresía.
Cuento zen sobre la consciencia
Cuando un ciego se despedía de su amigo, este le dio una lámpara.
Dijo el ciego: Yo no preciso de la lámpara, pues para mí, claridad u oscuridad no tienen diferencia.
Dijo su amigo: Conozco al respecto, pero si no la lleva, tal vez otras personas tropiecen con usted.
Está bien...
Luego de caminar en la oscuridad tropezó con otra persona...
¡Huy!, dijo el ciego.
¡Hay!, dijo la persona chocada por el ciego en la oscuridad.
¿Usted no vio esta lámpara?, dijo enojado el ciego.
¡Amigo! Su lámpara estaba apagada.
MORALEJA
La consciencia es la única lámpara, si no la tienes, andarás como el ciego.
Así que, ¿por qué llevas contigo una lámpara? ¡Coge la lámpara interna! ¿Por qué quemas cirios para buscar luz en los santos de piedra? No te servirán de nada. ¡Enciende tu lámpara interna! ¡Conviértete en un cuerpo espiritual! Permite que cada una de tus células adquiera consciencia. No dejes que parte alguna de tu ser permanezca inconsciente.
La lámpara solo es un símbolo. Simplemente, significa que te enfocas en todo tu ser encendido en tu interior, como los rayos del sol, para ver que si queda algo o si todo es hipocresía. La luz de la consciencia.
Recuerda, siempre que demuestras algo, demuestras tu pobreza interior. Si tu vivir se vuelve una demostración, tú no vives realmente, porque dondequiera que lo real existe, es tal la luz que produce que no necesita de demostración alguna. Cuando tu casa está iluminada, cuando tiene luz, no necesitas ir a los vecinos y decirles, «Mirad, nuestra casa tiene una lámpara». Es obvio. Pero cuando tu casa está en la oscuridad intentas convencer a tus vecinos de que allí hay luz. Convenciéndoles, te convences a ti mismo. Esa es la razón por la que necesitas demostrarlo. Si el otro se convence, su convicción te ayudará a convencerte a ti mismo.
Cuando puedes convencer a otros de tu amor, tú mismo te convences. Pero si eres amor, no hay necesidad de ello, ¡lo sabes!