La iluminación espiritual

El amor y la perfección

Cuento Zen (347)

En el dintel del viejo salón de enseñanzas Zen se podía leer esta declaración:

«Perfeccionista es el que recibe un gran dolor y devuelve un dolor aún mayor».

¡Y el resultado es un mundo desgraciado!

MORALEJA

Nuestra educación misma es tan neurótica, tan psicológicamente enferma que destruye toda posibilidad de crecimiento interior, del florecimiento del amor. Desde el principio te enseñan a ser perfeccionista y naturalmente le vas aplicando tu perfeccionismo a todo, hasta al amor.

Todo el mundo trata de ser perfecto. Y cuando alguien empieza a tratar de ser perfecto, también empieza a esperar que todos los demás sean perfectos. Se convierte en un censor; empieza a humillar a la gente. Eso es lo que los sacerdotes han estado haciendo a través de los tiempos. Eso es lo que las religiones te han estado haciendo: envenenando todo tú ser con la idea de la perfección.

Al no poder ser perfecto, empiezas a sentirte culpable, te pierdes el respeto a ti mismo. Y el hombre que se ha perdido el respeto a sí mismo pierde toda dignidad de ser humano. Tu orgullo ha sido aplastado, tu humanidad ha sido destruida por bonitas palabras como perfección.

El hombre no puede ser perfecto, pero sí experimentar la perfección.

Sí, hay algo que el hombre puede experimentar, pero está más allá de la concepción del hombre corriente. Hasta que el hombre corriente no experimente algo de lo divino, no podrá conocer la perfección. Jesús lo dijo: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto». Jesús era un hombre perfecto, un bello ser humano y tenía la potestad para afirmar que si el hombre no experimenta algo de lo divino, no podrá conocer la perfección.

La perfección no es como la disciplina; no es algo que se pueda cultivar. No es algo que tengas que practicar. Pero eso es lo que se le enseña a todo el mundo, y el resultado es un mundo lleno de hipócritas que saben perfectamente bien que están huecos y vacíos, pero siguen aparentando toda clase de cualidades que no son otra cosa que palabras vacías.

El amor te permite experimentar la perfección.

El amor es como una flor en tu ser. Pero cultiva tu ser; desecha la oscuridad y la inconsciencia. Hazte cada vez más despierto y consciente, y el amor vendrá por sí solo, a su debido tiempo; y siempre que viene es perfecto. Tú no necesitas preocuparte de eso.

El amor es el valor supremo, la plenitud final. No hay nada más allá de él. Por eso no puedes perfeccionarlo. De hecho, antes de alcanzarlo tendrás que desaparecer. Cuando el amor esté tú no estarás.