La navidad
Cuento zen con moraleja
La palabra Navidad crea en nosotros, una serie de emociones y sentimientos que nada tienen que ver con la realidad. La Navidad está programada en la mente.
Cuento zen sobre la navidad
Mi amigo está preocupado porque prometió a su hija que regresaría a casa para la Navidad.
Le dije: La Navidad no está en un lugar sino en tu corazón. ¿Dónde vas a ir?
MORALEJA
Muchas personas han olvidado por completo lo que es o debería de ser la Navidad. Se ha convertido en un rito. La verdad es que debe ser una especie de resplandor interior, de amor hacia la vida; debe ser la búsqueda de lo extraordinario en lo ordinario, de lo irreal en lo real, debe ser la búsqueda del espíritu en el cuerpo, la búsqueda de Dios en la naturaleza, de lo invisible en lo visible.
El mensaje de Jesús es de amor y alegría. Para que festejemos, no llorando, no poniéndoles tristes aunque estemos lejos del hogar. El mensaje de Jesús es un mensaje de amor a todos, incluso para sus enemigos, porque para un hombre de tal consciencia no hay amigos ni enemigos.
La Navidad es vivir lo que el Maestro dijo y practicó: «Aprendan de mí, no vine a ser servido, sino a servir».
EN LA NAVIDAD ESTÁ LA VIDA
La palabra y el concepto distorsionan la realidad. Si de un animal que nunca habías visto, te enseñan solo la cola, no podrás saber cómo es el animal. No sabes su conjunto y, por lo tanto, ni siquiera sabrás el sentido de realidad que encierra la palabra «cola», porque, separada de su conjunto, pierde su realidad global que le da sentido.
La palabra Navidad crea, en nosotros, una serie de emociones y sentimientos que nada tienen que ver con la realidad. En la naturaleza no existe la Navidad. La Navidad está programada en la mente.
Todo es ilusión de una palabra que crea unos conceptos y unas emociones. De igual manera, en la práctica, la religión no existe, puesto que en la realidad no la constituyen más que un conjunto de palabras y conceptos.
¿Qué tiene que ver la palabra «Navidad» con la realidad?
Nos hemos olvidado de la realidad, con la sustancia que la palabra trata de indicar, y nos hemos quedado con la palabra. Lo que importa no es la palabra, ni el concepto, ni los símbolos. Todos los símbolos son imprecisos, y lo importante es que ellos solo nos sirvan para ponernos en contacto con la realidad que esconden.