Dos cuentos ególatras
Cuento zen con moraleja
El egocéntrico se obsesiona consigo mismo. El egoísta solo instrumentaliza su vida para el reforzamiento de su ego apartándose cada vez más de su esencia.
Cuento zen sobre los ególatras
El ego es tan solo una ficción útil, utilízalo, pero no te dejes engañar por él. Al no estar iluminados, funcionamos siempre a través del ego, pero hay momentos en que te libras de él, porque es una ficción. Pero por ser una ficción, solo puedes permanecer si tú la mantienes. Una ficción necesita un gran mantenimiento. La verdad no necesita que se la mantenga, esa es la belleza de la verdad. ¿Pero una ficción? Tienes que pintarla continuamente, repararla aquí y allá, está continuamente derrumbándose. Cuando te las arreglas para repararla, por un lado, empieza a derrumbarse por el otro. Y eso es lo que la gente hace toda su vida, trata de hacer que la ficción parezca realidad como sucedió en los siguientes dos cuentos.
Este primer cuento habla de un afanado novelista iba dando un paseo cuando se encontró con un amigo. Durante media hora, sin parar, comenzó a hablar de sí mismo, mientras el amigo escuchaba paciente y educadamente. Hablaba y hablaba sobre sus proyectos, sus éxitos, sus viajes, sus ocupaciones y sus circunstancias. De repente, se detuvo un instante. Miró a su amigo a los ojos y le dijo:
Bueno, basta ya de hablar de mí. Ahora hablemos de ti. ¿Qué te ha parecido mi última novela?
Este segundo cuento relata que se encuentran dos amigos que no se veían desde hacía mucho tiempo. Uno le pregunta al otro: ¿Qué tal estás, amigo mío?
El otro responde: Mira, antes tenía un defecto y es que me creía el mejor. Ahora, por fortuna lo he superado y soy perfecto.
MORALEJA
La persona egocéntrica está obsesionada consigo misma. El que es muy egoísta solo instrumentaliza su vida para el reforzamiento de su ego, apartándose cada vez más de su esencia. Las relaciones con los demás no son verdaderas porque el egoísta utiliza a los otros para reafirmar su ego, exigiendo, sutil o burdamente, halagos, afirmaciones narcisistas y beneplácitos.
Como no podemos gustar a todo el mundo, de nuestra auto importancia surgen la susceptibilidad, los celos, la envidia, el aislacionismo, el apego desmedido y la aversión. ¿Es eso amor a sí mismo? Ni la estima que da el ego es autoestima ni la realización que da el ego es autorrealización.
El egocéntrico da vueltas imparablemente alrededor de su personalidad, sin poder aproximarse a lo más genuino y bueno de sí mismo. Además, para mantener su recalcitrante egoísmo, recurre a toda suerte de autoengaños y cae en sentimientos de superioridad o inferioridad y culpa siempre a los otros.