El consejo matrimonial de Sócrates

Cuento zen con moraleja

El matrimonio casi no sucede porque el matrimonio significa la celebración del estar viviendo juntos el amor verdadero. No es ninguna licencia matrimonial.

Imagen del cuento: El consejo matrimonial de Sócrates

Cuento zen sobre el matrimonio

Un hombre fue a ver a Sócrates y le preguntó:

Me gustaría casarme. Soy joven. ¿Qué me sugieres?, pues he oído muchas historias sobre tu vida matrimonial. Eres la persona más experimentada respecto al matrimonio. He venido a recibir tu consejo. ¿Qué debería hacer? ¿Está bien casarse, o es bueno seguir soltero?

Mejor cásate, dijo Sócrates.

Me sorprendes, dijo el joven.

No hay nada de que sorprenderse, es sencillo, dijo Sócrates: Si consigues una mujer tal como la que yo tengo, te convertirás en un gran filósofo. ¡A mí me ha sucedido! ¡Es por pura necesidad! Solo para sobrevivir me he tenido que volver tranquilo y meditativo y silencioso. Eso me ha ayudado inmensamente. Pero si, por el contrario, logras una buena esposa serás feliz y si consigues una mala esposa te convertirás en filósofo. De ambas formas serás beneficiado. ¡Cásate!

MORALEJA

Los opuestos coexisten. Así es como es la vida. La vida no puede existir con un solo polo; necesita los dos polos. Los dos polos eléctricos: positivo y negativo; hombre y mujer, etc. ¿Puedes imaginarte un mundo con solo hombres? Sería un mundo muerto. Hombre y mujer son los dos polos, existen juntos. En realidad, decir hombre y mujer, no es adecuado; deberías decir «hombre-mujer» sin ningún guion que los separara. Existen juntos.

Deja que todo lo negativo sea parte de lo positivo. Y lo contrario no es posible, porque lo positivo existe de por sí; lo negativo es simplemente una ausencia.

La vida no se ha de convertir en una sola nota, sino en una armonía. Una sola nota, por muy bella que sea, produce aburrimiento. Un conjunto de diversas notas, muchas de ellas divergentes, notas diametralmente opuestas cuando se encuentran en una armonía, crean belleza. La belleza no pertenece ni a lo positivo, ni a lo negativo; la belleza reside en la armonía. Pero deja que lo repita: la belleza no reside ni en la verdad, ni en la mentira. La belleza no está ni en la compasión, ni en la vida; la belleza reside en estos mundos duales en la unidad. Donde los opuestos se encuentran, ahí está el templo de lo Divino. Cuando las contradicciones se encuentran, ese es el pináculo, el clímax de la vida.

Recuerda: El matrimonio ha sido creado por el hombre; el amor, en cambio, es parte de la vida. Cuando creas el matrimonio en torno al amor estás creando seguridad. Estás haciendo algo que no puede hacerse, el amor no puede legalizarse, estás tratando de hacer lo imposible y, si en este esfuerzo, el amor muere, no deberás sorprenderte.

No existe necesidad para el matrimonio. Si amáis a una mujer, vivís con ella. Cuando el amor desaparece, os despedís con profunda gratitud: «Todos los días que pasé contigo fueron memorables. Los llevaré en mi mente, en mi memoria, como una hermosa fragancia. Me acompañarán como un sueño, un sueño hermoso. Pero ahora ha llegado el momento de que nos marchemos, gozosamente. A partir de ahora seremos amigos», no hay necesidad de convertirse en enemigos.

El matrimonio casi nunca sucede, porque el matrimonio significa la celebración del estar viviendo juntos el amor verdadero. No es una licencia. Ninguna oficina registral te puede dar el matrimonio, ningún cura puede concedértelo como regalo.

La libertad es una expresión del amor.

Así que, estés casado o no, recuerda: todos los matrimonios son falsos; son solo conveniencias sociales. Su propósito no es encarcelaros y ataros el uno al otro; su propósito es ayudaros a crecer el uno al otro. Pero el crecimiento necesita libertad; y en el pasado, todas las culturas han olvidado que sin libertad el amor muere.