La iluminación espiritual

El gran arquero

Cuento Zen (443)

Los primos hermanos están siendo instruidos por un maestro de arco. Un día, pone la diana en un árbol, y pregunta a todos sus discípulos qué están viendo.

Uno dice:

Veo el árbol y el cielo y el sol saliendo.

Otro dice:

Veo el árbol, las ramas, los pájaros que hay en el árbol.

Y entonces llega a su discípulo principal, y le pregunta:

¿Qué ves tú?

Y el último dice:

No veo nada, solo la diana.

Y el maestro dice:

Tu concentración te hará un gran arquero y nada más.

MORALEJA

La concentración es un estrechamiento de la conciencia. Una mente concentrada se vuelve muy, muy insensible a todo lo demás. Pero, la meditación es todo lo contrario: es volverse sensible a todo lo que está sucediendo, sin elegir nada, simplemente consciencia sin elección.

Mediante la concentración puedes eludir cosas. Te vuelves alerta de una cosa a costa de otras mil y una cosas. En la meditación, simplemente eres consciente sin ninguna exclusión. No pones nada de lado. Simplemente, está disponible. Si canta el ruiseñor, estás disponible. Si se siente el sol, toca tu cuerpo y sientes la calidez, estás disponible. Si pasa el viento, lo sientes, está disponible. Un niño llora, un perro ladra; simplemente eres consciente. No tienes un objeto.

La concentración está dirigida a un objeto. La meditación no tiene objeto. Y en esta consciencia sin elección, la mente desaparece, porque la mente solo puede permanecer si la consciencia es estrecha. Si la consciencia es amplia, completamente abierta, la mente no puede existir. La mente solo puede existir con la elección.

La meditación es estar en el cielo abierto, disponible para todo, todos tus sentidos se funden en una única sensibilidad. No es que tú seas ojos y nariz y oídos, no, eres ojos, nariz, oídos todo junto. No hay grietas. Ves y oyes y tocas y hueles y saboreas, todo al mismo tiempo, simultáneamente. No eliges un sentido en particular.

Un verdadero hombre de entendimiento vive a través de todos los sentidos; su contacto es total. Si un verdadero hombre de entendimiento te toca, inmediatamente sentirás algo que se ha despertado en tu interior; su energía ha tocado tu energía durmiente. Algo surge en ti.

Si oyes la voz de un hombre de entendimiento, su contenido es significativo, pero incluso su voz es significativa. Algo te toca el corazón, algo te calma. Su voz te rodea como una cálida manta, su voz tiene calidez, no es fría. Tiene una cualidad cantarina, cierta poesía.

En esto, el zen es magnífico. Ninguna otra religión, ninguna otra tendencia, ha tocado tan profundamente el camino adecuado. Los sentidos deberían permanecer vivos, no solo eso: tus sentidos deberían entrar en profundo ritmo y armonía internos, deberían convertirse en una orquesta. Solo entonces se puede conocer la verdad.

Y entonces, cuando tus sentidos están totalmente vivos y fundiéndose entre sí, puedes apreciar que esta unidad es como sal en el agua.

Tu consciencia va por todos tus sentidos como sal en el agua.

Y de esta totalidad de la sensibilidad surge el ser, tu ser auténtico. Crea un ritmo, crea una armonía, crea una orquesta con tu ser.