Carta dirigida a papa Noel
Cuento zen con moraleja
La verdad no necesita que se la mantenga, esa es la belleza de la verdad. Pero una ficción, debes pintarla seguido, está a cada instante derrumbándose.
Cuento zen sobre la programación
En este cuento podemos comprender el fenómeno del ego. Una vez que lo comprendamos, la realidad se torna muy clara. Entonces la realidad resulta ser una metodología muy, muy sencilla. Una vez que en ti surge la comprensión de qué es este yo, puedes convertirte fácilmente en no-yo. Esa comprensión misma te libera del yo. Al surgir la comprensión el yo empieza a desaparecer al igual que todo tipo de ficciones, de la misma manera que cuando enciendes la luz en una habitación desaparece la oscuridad.
Una vez un niño le escribió una carta a Papá Noel. Su padre había muerto, su madre estaba enferma y no tenían dinero, así que le pidió a Papá Noel cincuenta dólares. Cuando la carta llegó a la oficina de correos estaban desconcertados; ¿Qué hacer con ella? ¿Dónde mandarla? Iba dirigida simplemente a Papá Noel. Así que la abrieron; se sintieron conmovidos por el niño y decidieron hacer una colecta y mandarle el dinero. Reunieron algo de dinero; el niño había pedido cincuenta dólares, pero ellos habían podido recoger solo cuarenta dólares.
Llegó otra carta, también dirigida a Papá Noel, el niño había escrito: Querido Papá Noel, por favor, la próxima vez que mandes dinero, dámelo directamente a mí, no me lo mandes por correo. Los señores del correo se han robado diez dólares.
MORALEJA
Este niño desde su programación ha creado un mundo de ficción creyéndolo real. Somos adultos, pero seguimos tratando de hacer castillos en el aire. Por ser una ficción, necesita un constante mantenimiento, un constante esfuerzo, noche y día. Y nadie puede prestar tanta atención las veinticuatro horas del día. Así que algunas veces, aun a pesar de ti, hay momentos en los que tienes destellos de realidad, sin que el ego funcione como barrera. Cuando la pantalla del ego no está, hay momentos; recuerda, a pesar de ti. Todo el mundo tiene esos momentos de vez en cuando.
El ego es tan solo una ficción útil. Utilízalo, pero no te dejes engañar por él. Hay momentos en que os libráis de él, porque es una ficción. Pero por ser una ficción, solo puedes permanecer si tú la mantienes. Una ficción necesita un gran mantenimiento. La verdad no necesita que se la mantenga, esa es la belleza de la verdad. ¿Pero una ficción? Tienes que pintarla continuamente, repararla aquí y allá, está continuamente derrumbándose. Cuando te las arreglas para repararla, por un lado, empieza a derrumbarse por el otro.
Similar a este cuento es lo que la gente hace toda su vida, trata de hacer que la ficción parezca realidad. Ten más dinero, así podrás tener un ego más grande, un poco más sólido que el de un hombre pobre. El ego del hombre pobre es delgado; no puede permitirse un ego más grueso. Hazte primer ministro o presidente de un país y tu ego se inflará en extremo. Entonces no caminarás sobre la tierra.
Recuerda: nosotros estamos satisfaciendo a nuestros egos de todas las maneras posibles: abiertas o sutiles, directas o indirectas. Y una persona realmente espiritual es la que sabe esto, la que toma consciencia de esto, y en este estado de consciencia el ego y la ficción desaparecen. Una persona espiritual tiene que saber que «yo no soy», y en esa experiencia de «yo no soy» fluye la verdadera realidad.
Puedes ir a ver a tu Papá Noel. ¡No hallarás ser más miserable en ningún otro lugar! A veces los incautos creyentes pueden sentirse gozosos viendo a sus hijos seguir esa fantasía, pero Papá Noel nunca. Es Papá Noel, que ¿cómo podría reírse, disfrutar, bailar y cantar? ¿Cómo podría ser tan ordinario y humano? Él es sobrehumano y permanece congelado en la humanidad. No es más que puro ego alimentar en las mentes de los niños esta ficción.
Y ten mucho cuidado que una vez que el niño empieza a fijarse, el niño ya tiene un yo. Es un subproducto social. En realidad no tienes ninguno, lo que ocurre es que te lo crees. Es una creencia, la más peligrosa de todas. En realidad no hay un yo, en realidad no puede haberlo, porque no estamos separados de la existencia, sino unidos y juntos en un universo. Ese es el significado de la palabra universo: es uno. No son varios universos, sino un universo. Todo es uno; al morir, al vivir, al nacer, al amar, al odiar, todos somos uno. Palpitamos juntos.