La iluminación espiritual

El eremita apegado

Cuento Zen (389)

Eran dos renunciantes espirituales. Uno de ellos había sido muy rico y lo dejó todo para convertirse en eremita, pero se hacía ayudar por un criado y utilizaba una taza de oro como utensilio. El otro eremita era muy pobre y siempre lo había sido y solo tenía por posesión una taza de hojalata. El eremita pobre siempre estaba criticando al eremita rico y le reprochaba:

¡Tú no sirves para ermitaño! ¡Vaya ermitaño que tiene un criado y utiliza una taza de oro!

Una y otra vez trataba de ridiculizar al eremita rico, que un día, de súbito, le dijo:

Ahora mismo partimos de peregrinación. ¡Pongámonos en marcha!

La peregrinación no le apetecía nada al eremita pobre, pero para estar a la altura de las circunstancias, accedió. Llevaban caminando quince minutos, cuando el eremita pobre, muy angustiado, exclamó:

¡He olvidado mi taza! ¡Tengo enseguida que volver a recogerla!

Y el eremita rico le dijo:

No sabía que tuvieras tanto apego a una taza. Te has estado metiendo conmigo incansablemente y resulta que tú estás mucho más aferrado a tu taza de hojalata que yo a la mía de oro.

MORALEJA

El desapego de las cosas es necesario al comienzo del viaje y es necesario al final. Al comienzo el desapego será con esfuerzo, al final el desapego será espontáneo. Al comienzo tendrás que mantenerte consiente de él, al final será tu forma natural.

Al principio será un constante estado de alerta, habrá una lucha con tu pasado, con tus pautas de apego, la lucha estará ahí. Al final no habrá lucha ni alternativa, ni elección, simplemente fluirás en la dirección de la ausencia de deseos. Se habrá convertido en tu naturaleza. Pero recuerda que, cualquiera que sea la meta, ha de ser practicada desde el comienzo mismo, el primer paso también es el último. De modo que uno ha de ser muy cuidadoso con el primer paso, si este es dado en la dirección correcta, se alcanzará el último. Si yerras el primer paso, habrás errado en todo.

Caerás muchas veces, una y otra vez te apegarás. Y tu mente es tal, que incluso puedes apegarte al desapego. Tu pauta es muy inconsciente, pero el esforzarte, el esfuerzo consciente, poco a poco te hará estar alerta y consciente. Y una vez que empieces a percibir la desgracia de estar apegado, entonces habrá menos necesidad de esfuerzo, porque nadie quiere sufrir, nadie quiere ser infeliz.

El apego obligan a las personas que se relacionan a convertirse en objetos y el amor ayuda a las personas a ser más libres, más independientes, más sinceros.