La iluminación espiritual

Las relaciones conyugales

Cuento Zen (423)

Harto de estar comprometido, decidió romper el compromiso de una manera diplomática.

Cariño, dijo un día, nunca estuvimos destinados a ser cónyuges. Nuestros temperamentos son demasiado diferentes. Solo estaríamos riñendo y luchando.

Amor mío, dijo ella, estás equivocado. Nos amamos como dos tórtolos.

De verdad, cariño, nunca estaremos de acuerdo, y siempre habrá fricción entre nosotros.

No, será como Romero y Julieta. Yo seré una esposa perfecta y nunca discutiremos.

Cariño, te digo que nunca va a haber más que disputas entre nosotros.

Pero, corazón, te digo que...

¿Lo ves? Gritó él, ¿qué te decía? ¡Ya estamos peleándonos!

MORALEJA

La gente tiene miedo. Si comienzan una relación, puede que los rechacen. Si comienzan una relación, puede que no den la talla. Si comienzan una relación, surgirá su realidad y caerán las máscaras. Tienen miedo porque la otra persona puede irse algún día, así que es mejor no relacionarse; si no, dolerá mucho. Así, se vuelven insensibles. Van por la vida con los ojos vendados, y luego preguntan: ¿Dónde está Dios? Dios está en todas partes. Necesitas ser sensible.

Primero sé, luego puedes relacionarte; y recuerda, relacionarse es muy bello. La relación en pareja, como la conocemos, es un fenómeno completamente diferente; es algo muerto, fijo, ha llegado a un punto final. Te casas con una mujer; ha llegado un punto final. Desde aquí las cosas solo declinarán. Has llegado al límite, ya no crece nada. El río se estanca y se convierte en un pantano. La relación en pareja es algo que ya está acabado; relacionarse es un proceso. Elude las relaciones y profundiza más y más en el relacionarte.

La esencia está en los verbos no en los nombres; evita los nombres tanto como te sea posible. En el lenguaje no los puedes evitar, lo sé; pero en la vida, evítalos; porque la vida es un verbo y no un sustantivo. La vida no es un nombre, es un verbo; en realidad es «vivir» no «vida». No es «amor», es «amar». No es la «relación», es «relacionarse». No es la «canción», es «cantar». No es la «danza», es «danzar».

No es cuestión de relacionarse con alguien en particular. El hecho básico es que, si tú eres, toda tu vida se vuelve un relacionarse. Es una canción constante, una danza constante; es una continuidad, como el fluir de un río.

Medita, primero encuentra tu centro. Antes de relacionarte con alguien más, relaciónate contigo mismo: este es el requisito básico que hay que cumplir. Sin él, nada es posible. Puede que sea posible, pero a medias, sin el verbo.