El poder de la negación

Cuento zen con moraleja

Él No da poder. El Sí no da ningún poder. Cuando dices que no, puedes sentir tu poder; cuando dices que sí, puedes sentir amor, compasión, pero no poder.

Imagen del cuento: El poder de la negación

Cuento zen sobre el poder de la negación

Este cuento tiene un significado psicológico muy profundo.

Se cuenta que una de las tantas mujeres de Adolf Hitler estuvo enamorada de él durante muchos años y no tenía ninguna razón para sospechar de ella. Pero el poder no necesita razones.

Un día quiso visitar a su madre enferma, en la misma ciudad. Y Adolf Hitler le dijo que no. Le costaba mucho decir sí a cualquier cosa.

Él se fue al despacho; la mujer creyó que podría ingeniárselas: podía ir a ver a su madre y regresar; él aún no habría vuelto. Fue y regresó; ciertamente se las ingenió. Pero lo primero que él preguntó al guardia al llegar a casa fue: ¿Ha salido? ¿Cuánto tiempo ha estado fuera? Al escuchar las respuestas Hitler cargó su arma, entró en casa y le disparó: ni siquiera preguntó, no le dio la oportunidad de decir nada. Ya era suficiente. Aquello tuvo que ser una prueba para todos los demás de que no seguir sus órdenes significaba morir.

MORALEJA

La palabra «NO» da poder. La palabra «SÍ» no da ningún poder. Cuando dices que no, puedes sentir tu poder; cuando dices que sí, puedes sentir amor, compasión, pero no poder. Las palabras tienen sus propias cualidades. Cualidades que no puedes encontrar en el diccionario. Pero en realidad si entras en la psicología de las palabras, cada palabra tiene su individualidad única. El «no» no es una simple negación; es una confirmación del propio poder.

No había necesidad de decirle que no. Solo iba a ver a su madre enferma y estaría de vuelta cuando él regresara del despacho. Pero el sí no era su palabra. Solo sabía dar órdenes y rechazar las ideas de los demás. Incluso en cosas tan pequeñas que no tenían nada que ver con el poder.

Hitler deseaba amor, pero su mente anhelaba el poder, y no puedes pedir ambas cosas a la vez. Pero la mente de un niño es muy frágil al nacer, y seguramente, la de Hitler, es el mejor ejemplo. El niño llega con un cerebro vacío, solo es un mecanismo del que puedes disponer como quieras. Aprenderá el idioma que le enseñes, aprenderá la religión que le enseñes, la moralidad que le enseñes. Solo es un ordenador; tú le vas proporcionando la información.

Y cada sociedad se encarga de fortalecer la mente cada vez más, de forma que si hay algún conflicto entre la mente y el corazón, la mente ganará. Pero cada victoria de la mente sobre el corazón supone más miseria. Es una victoria de los demás sobre tu naturaleza, sobre tu ser: sobre ti. Y ellos han cultivado tu mente para servir a sus propósitos.

Por eso el mundo entero es miserable. Cada persona quiere ser amada, cada persona quiere amar; pero la mente es una barrera tal que no te permite amar ni ser amado. En ambos casos la mente se interpone y comienza a distorsionarlo todo. Y si por casualidad te encuentras con una persona a la que amas y la persona te ama a ti, sus mentes serán incompatibles. Han sido formadas por sistemas distintos, costumbres diferentes y hasta sociedades y religiones distintas.

Este proceso de condicionamiento debería cambiar completamente. La mente debe ser entrenada para servir al corazón. La lógica debe servir al amor. Y entonces la vida se puede convertir en un festival de luz.