El recuerdo de George Washington

Cuento zen con moraleja

¿Cómo liberarse de los recuerdos? Obsérvalos, contémplalos. Recuerda siempre que esto me ha sucedido, pero esto no soy yo, ha sido un suceso exterior a ti.

Imagen del cuento: El recuerdo de George Washington

Cuento zen sobre los recuerdos

Un hombre estaba mirando antigüedades en un anticuario cerca del Monte Vermont cuando se encontró con un hacha aparentemente antigua.

Tiene una gran hacha antigua aquí, le dijo al anticuario.

Sí, le contestó el hombre, perteneció a George Washington.

¿De verdad?, le replicó el cliente, Se conserva en muy buen estado.

Desde luego, le dijo el anticuario, Se le ha cambiado tres veces la empuñadura y dos veces la hoja.

MORALEJA

Así es como es la vida, se cambian las empuñaduras y las hojas. De hecho, parece que todo cambia y aun así hay algo que permanece eternamente igual. Tan solo observa. Eras un niño, ¿qué es lo que queda ahora? Solamente un recuerdo.

¿Cómo liberarse de los recuerdos?

Obsérvalos, contémplalos. Recuerda siempre que esto me ha sucedido, pero esto no soy yo. Desde luego que naciste en una determinada familia, pero eso no eres tú, te ha sucedido, ha sido un suceso exterior a ti. Desde luego que alguien te dio un nombre. Ha sido muy útil, pero el nombre no eres tú. Desde luego que has de tener alguna forma, pero la forma no eres tú. La forma es como la casa en la que vives, y el cuerpo te ha sido dado por tus padres. Es un regalo. Pero no eres tú.

Observa y discrimina continuamente. Llegará algún momento en que habrás eliminado todo lo que no eres. De repente en ese estado, por primera vez te encararás con ti mismo, te encontrarás con tu propio ser. Continúa delimitando todas las identidades que no eres: la familia, el cuerpo, la mente. En ese vacío, cuando todo aquello que no eras ha sido expulsado, de repente aparece tu verdadero ser.

La indiferencia es el camino para convertirte en el amo y controlar la mente. ¿Qué sucede entonces? Cuando estás en el centro la confusión de la mente desaparece. La confusión existe porque te encontrabas en la periferia. La mente no es realmente la confusión; la mente, más tú en la periferia sois la confusión. Cuando vas hacia adentro, poco a poco, ves que esa mente pierde su confusión. Las cosas van asentándose, las cosas van armonizándose. Surge un cierto orden.

Toda alteración, toda confusión, todas las corrientes de pensamiento que se te entrecruzan, se aquietan. Esto es muy difícil de comprender por qué tu posición en la periferia es esa confusión. Y tú con lo que sabes, estás tratando de deshacer la confusión permaneciendo en la periferia.

La naturaleza odia el caos. La naturaleza ama el orden, favorece al orden, de modo que el caos puede ser solamente un estado temporal. Si puedes comprender esto, entonces no hagas nada con la mente. Deja a esta loca mente a solas. Simplemente, observa, no le prestes atención alguna. Recuerda: existe una diferencia entre el observar y prestar atención. Cuando prestas atención a algo, estás interesado en exceso. Cuando simplemente observas, eres indiferente...

Y la mente se vuelve como un cristal puro.