El prisionero

Cuento zen con moraleja

No pueden quitarte la libertad a menos que tú la entregues. Para ser libre se necesita ser consciente, la prisión está enraizada en nuestra inconsciencia.

Imagen del cuento: El prisionero

Cuento zen sobre la libertad

Un condenado de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido con él tan penosa experiencia...

¿Has olvidado ya a los nazis?, le pregunto a su amigo.

Sí, dijo este.

Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.

Su amigo le dijo apaciblemente:

Entonces, aún siguen teniéndote prisionero.

MORALEJA

Comprender las raíces de tu prisión.

Para ser totalmente libre uno necesita ser totalmente consciente, porque nuestra prisión está enraizada en nuestra inconsciencia; no viene del exterior. Nadie puede quitarte la libertad. Pueden aniquilarte, pero no se te puede arrebatar tu libertad a menos que tú la entregues.

En última instancia, siempre es tu deseo de no ser libre lo que hace que dejes de ser libre. Es tu deseo de ser dependiente, tu deseo de dejar la responsabilidad de ser tú mismo, lo que hace que dejes de ser libre.

En el momento que asumes la responsabilidad de ti mismo... recuerda que no es todo un camino de rosas, que hay espinas; no es todo dulce, hay muchos momentos amargos. Lo dulce siempre es equilibrado con lo amargo, siempre llegan en la misma proporción. Las rosas son equilibradas por las espinas, los días por las noches, el verano por los inviernos.

La vida mantiene un equilibrio entre los polos opuestos. De modo que quien esté dispuesto a aceptar la responsabilidad de ser él mismo, con todas sus bellezas, amarguras, sus alegrías y agonías, puede ser libre. Solo semejante persona puede ser libre...

Vívelo en toda su agonía y todo su éxtasis; ambos son tuyos. Y recuerda siempre: el éxtasis no puede vivir sin la agonía, la vida no puede existir sin la muerte, y la alegría no puede existir sin la tristeza. Así son las cosas; no se puede hacer nada al respecto. Esa es la naturaleza misma, el Tao mismo de las cosas.

Acepta la responsabilidad de ser tú mismo tal como eres, con todo lo que es bueno y con todo lo que es malo, con todo lo que es bello y lo que no es bello. En esa aceptación sucede una transcendencia y uno se hace libre.

Somos prisioneros por nuestra programación, perdona y sal de la cárcel psicológica. El prisionero tiene la llave, pero lo malo es que no se da cuenta. Nuestros enemigos no son los que nos odian, sino aquellos a quienes nosotros odiamos.