Desgracia o suerte

Cuento zen con moraleja

La desgracia o la suerte es un cuento que te enseña a no juzgar, o jamás serás uno con el Todo. Una vez que juzgas. El juicio implica una mente decaída.

Imagen del cuento: Desgracia o suerte

Cuento zen sobre la desgracia y la suerte

Esta historia ocurrió en los días de Lao-Tzu en China.

En una aldea había un anciano muy pobre, pero hasta los reyes lo envidiaban porque poseía un hermoso caballo blanco ... Los reyes le ofrecieron cantidades fabulosas por el caballo, pero el hombre decía: Para mí, él no es un caballo, es una persona. ¿Y cómo se puede vender a una persona a un amigo?

Era un hombre pobre, pero nunca vendió su caballo.

Una mañana descubrió que el caballo ya no estaba en el establo. Todo el pueblo se reunió diciendo:

Viejo estúpido. Sabíamos que algún día te robarían el caballo. Hubiera sido mejor que lo vendieras ¡Qué desgracia!

No vayáis tan lejos, dijo el viejo. Simplemente, decid que el caballo no está en el establo. Este es el hecho, todo lo demás es vuestro juicio. Si es una desgracia o una suerte, yo no lo sé, porque esto es apenas un fragmento. ¿Quién sabe lo que va a suceder mañana?

La gente se rio del viejo. Ellos siempre habían sabido que estaba un poco loco. Pero después de quince días, una noche el caballo regresó. No había sido robado, se había escapado. Y no solo esto, sino que trajo consigo una docena de caballos salvajes.

De nuevo se reunió la gente diciendo:

Tenías razón. No fue una desgracia, sino una verdadera suerte.

De nuevo estáis yendo demasiado lejos, dijo el viejo. Decid solo que el caballo ha vuelto... ¿Quién sabe si es una suerte o no? Es solo un fragmento. Estáis leyendo apenas una palabra en una oración. ¿Cómo podéis juzgar el libro entero?

Esta vez la gente no pudo decir mucho más, pero por dentro sabían que estaba equivocado. Habían llegado doce caballos hermosos...

El viejo tenía un único hijo que comenzó a entrenar a los caballos. Una semana más tarde se cayó de uno de ellos y se rompió las dos piernas. La gente volvió a reunirse y a juzgar.

De nuevo tuviste razón, dijeron. Era una desgracia. Tu único hijo ha perdido el uso de sus piernas y a tu edad él era tu único sostén. Ahora estás más pobre que nunca.

Estáis obsesionados con juzgar, dijo el viejo. No vayáis tan lejos. Solo decid que mi hijo se ha roto las piernas. Nadie sabe si es una desgracia o una fortuna. La vida viene en fragmentos, y nunca se nos da más que esto.

Sucedió que pocas semanas después el país entró en guerra y todos los jóvenes del pueblo fueron llevados por la fuerza al ejército. Solo se salvó el hijo del viejo porque estaba lisiado. El pueblo entero lloraba y se quejaba porque era una guerra perdida de antemano y sabían que la mayoría de los jóvenes no volverían. Fueron a ver al viejo y le dijeron:

Tenías razón, era una fortuna. Aunque tullido, tu hijo está aún contigo. Los nuestros se han ido para siempre.

Seguís juzgando, dijo el viejo. Nadie sabe. Solo decid que vuestros hijos han sido obligados a unirse al ejército y que mi hijo no ha sido obligado. Solo DIOS, el todo, sabe si es una desgracia o una suerte que así suceda.

MORALEJA

No juzgues, o jamás serás uno con el Todo. Te quedarás obsesionado con fragmentos, sacarás conclusiones de pequeñas cosas. Una vez que juzgas, has dejado de crecer. El juicio implica una mente decaída. Y la mente siempre quiere juzgar; porque estar en un proceso es siempre incómodo y peligroso.

El viaje jamás termina. Un camino concluye y otro comienza: se cierra una puerta y se abre otra. Alcanzas una cumbre, pero siempre hay otra aún más alta. DIOS o como lo quieras llamar es un viaje; un viaje sin fin. Solo los que son tan valientes como para no preocuparse de la meta y contentarse con el viaje, con vivir el momento y crecer en él, solo esos son capaces de caminar con el Todo.