El milagro del zen
Cuento zen con moraleja
La vida indudablemente no es un acertijo que haya que resolver, es un misterio que hay que vivir. Es un profundo misterio, solo confía y déjate llevar.
Cuento zen sobre el zen
El maestro Bankei estaba un día hablando tranquilamente a sus discípulos cuando su discurso fue interrumpido por un sacerdote de otra religión. Esta religión creía en el poder de los milagros y decía que la salvación provenía de la repetición de las palabras sagradas.
Bankei escuchó atentamente y luego le preguntó al visitante qué quería decir.
El sacerdote comenzó a alardear de que el fundador de su religión podía permanecer sentado y quieto durante meses o dejar de respirar durante muchos días y pasar por el fuego sin quemarse. Cuando finalizó su charla, le preguntó al maestro:
¿Qué milagros puede hacer usted?
Bankei se limitó a contestar:
Apenas uno, cuando estoy con hambre, como y cuando estoy con sed, bebo.
MORALEJA
Tú tienes tus propios valores y siempre miras a través de ellos. Bankei es una persona iluminada, está en una dimensión totalmente diferente, donde vive sin valores, sin ningún criterio, sin moral; donde simplemente vive sin ego, porque todos los valores pertenecen al ego. Una persona iluminada sencillamente vive y a eso se refiere Bankei. Él no está manipulando su vida, es una nube blanca que flota. No tiene adónde ir, nada que conseguir. Nada es bueno para él, y nada es malo. No conoce a ningún dios, no conoce a ningún diablo. Solo conoce la vida, y la vida es bella en su totalidad.
El sacerdote del cuento era un gran filósofo, era un gran constructor de sistemas: podía crear todo de la nada. Con meras palabras, podía crear ideas en la gente, convencer de un milagro, solo los filósofos pueden hacerlo. No tienen nada en sus manos; son los más grandes magos. Crean a Dios, crean la teoría de la creación, crean todas las cosas, y no tienen nada en las manos. Pero son hábiles artesanos de palabras: juntan las palabras de tal manera que te dan una impresión de sustancia cuando no hay nada allí.
La vida no es un objeto, es el núcleo mismo de la subjetividad. Cuando experimentas eres diferente; cuando vives eres uno. Por lo que el hombre iluminado dice: «A menos que seas uno con la vida, nunca puedes conocerla». ¿Cómo puedes conocerla desde fuera? Puedes ir de un lado a otro, dando vueltas a su alrededor, pero nunca darás en la diana. Por lo que ni experimento, ni pensamiento, únicamente experiencia; simple, confiado: un hombre de fe.
La vida no es un problema. Si estás intentando resolverla, te la estás perdiendo. La puerta está abierta, nunca ha estado cerrada. Si la puerta estuviera cerrada, los científicos hallarían la solución. Si la puerta estuviera cerrada, los filósofos hallarían un sistema para abrirla. Pero la puerta no está cerrada, por lo que solo la fe puede servir -sin ninguna solución, sin ninguna respuesta prefabricada-. Empuja la puerta y sal.
La vida no es un acertijo que haya que resolver, es un misterio que hay que vivir. Es un profundo misterio, de modo que confía y déjate llevar. Ninguna discusión -con algún otro o contigo mismo- puede ayudarte. Todas las discusiones son fútiles y tontas.