La iluminación espiritual

Las apariencias y la realidad

Cuento Zen (322)

Un hombre que pasaba por delante de una tienda, vio que vendían allí dos loros, encerrados en la misma jaula. Uno era muy bonito y cantaba estupendamente, mientras que el otro estaba en un estado lastimoso y permanecía mudo. El primero valía veinte euros y el segundo mil euros.

El hombre, asombrado por la diferencia de precio, le dijo al comerciante:

¡Deme el loro de 20 euros!

Imposible, señor, respondió el vendedor.

No puedo vender los dos pájaros por separado.

¿Pero... por qué?

¿Cómo explica usted semejante diferencia de precio?

Pues el más feo cuesta infinitamente más que el más bonito.

Y además no canta. Eso es absurdo.

¡Ah, no se equivoque usted, señor!

El loro que encuentra usted feo es el compositor.

MORALEJA

No te dejes engañar por lo que aparentan las cosas.

Si vas a un templo por primera vez, vas en total ignorancia y pureza. Es una hipótesis el que el templo pueda contener algo, el que Dios exista ahí o no, pero yendo cada día, una y otra vez, repitiendo el ritual, las plegarias y cualquier cosa que el sacerdote diga y haciéndolo diariamente, año tras año, olvidarás el hipotético estado de mente que existía en un principio.

Con continuas repeticiones va entrando en la mente y empiezas a sentir que este es el templo, que Dios vive aquí, que esta es la morada de Dios. En este instante te has situado en el mundo de las apariencias.

Por eso es por lo que todas las religiones insisten en enseñar a los niños desde tan pronto como sea posible, porque una vez pasada la infancia es muy difícil convertir a la gente a cualquier religión, muy difícil.

Los psicólogos dicen que todos deberían de ser instruidos antes de los siete años. El niño puede ser condicionado para aparentar ser cómo hindú, musulmán, cristiano o cualquier cosa, como ateo o teísta, no importa cuál sea la diferencia, pero ha de ser antes de los siete. Hasta los siete años el niño aprende casi el cincuenta por ciento de todo lo que aprenderá en toda su vida. Y este cincuenta por ciento es muy significativo porque se convierte en la base.

Con este cincuenta por ciento aprenderá muchas cosas, creará una gran estructura de conocimientos, pero toda ella estará basada en el conocimiento recibido cuando era niño. Y en esta época, antes de los siete años, el niño carece de lógica y de argumentos. Él es confiado, explora, cree y se deja moldear. No puede ser incrédulo, porque no conoce lo que es la credulidad o la incredulidad, no diferencia lo real de lo aparente. Este niño fue programado y adiestrado para vivir en una sociedad de creencias y apariencias.

Toda la sociedad, tus padres, tus profesores, tus universidades, tu cultura, te ha dado una base equivocada, te crearon un mundo de apariencias. Ya has sido corrompido, tu origen está envenenado. Ese es el problema: como eliminar tu veneno interior. Y lleva tiempo, y una de las cosas más difíciles es desembarazarse de todo lo que sabes, de todo lo que has aprendido.

¿Por qué ocurre esto?

En primer lugar, crees que lo que aparenta la palabra es la realidad; la palabra dios es Dios, la palabra amor es Amor; que la palabra es real. Y la palabra no es lo auténtico. La palabra solamente simboliza, indica, no es lo real. Tienes que distinguir y distinguir claramente, que lo que aparenta la palabra no es lo auténtico.

Si no puedes ver la realidad carente de palabras te sentirás frustrado en todos los ámbitos de la vida, siempre te sentirás frustrado porque tomarás lo que aparenta la palabra por la realidad.