Los dos dólares
Cuento zen con moraleja
Al final, cuando la muerte llega, si le apuestas al poseer prestigio, poder, respetabilidad, nada de eso cuenta. Finalmente debes decir: He perdido mi ser.
Cuento zen sobre la mente y Dios
Un hombre se fue a Florida con su mujer y quedó fascinado por el espectáculo de ver ocho caballos corriendo por una pista. Él y su esposa empezaron a jugar fuerte y al cabo de pocos días solamente les quedaban dos dólares entre los dos. Pero él era un hombre difícil de derrotar y convenció a su esposa de que todo iría bien si ella le permitía que fuera a las carreras solo.
Un amigo le acompañó. En la primera carrera las apuestas estaban cuarenta a uno y él decidió apostar. Ese caballo ganó.
En cada carrera el hombre siguió apostando al más difícil y en cada carrera ganó. Al llegar a la última carrera había ganado más de diez mil dólares, y entonces decidió exprimir su buena suerte, De regreso al hotel se paró en un pequeño club de apuestas y llego a ganar hasta cuarenta mil dólares en la ruleta. Decidió jugar una sola vez más y luego irse. Se lo jugó todo, los cuarenta mil, al negro.
La rueda giró. El tallador anunció, Número 14, rojo.
El hombre regresó al hotel. Su esposa le llamó desde el balcón.
¿Cómo te fue? Le preguntó impaciente.
El esposo se encogió de hombros y dijo: Perdí los dos dólares.
MORALEJA
Al final, cuando la muerte llega, todo el juego de miles de invisibles dólares, de alcanzar esto, de obtener eso, de llegar a ser esto otro, de llegar a ser eso, del prestigio, del poder, del dinero, de la respetabilidad, nada cuenta. Finalmente has de decir: He perdido mi ser.
Al precipitarte, al lanzarte a la carrera hacia la dimensión del tener, solamente sucede una cosa: pierdes tu ser. La vida es una gran oportunidad, una gran oportunidad. En ella surgen millones de oportunidades para llegar a ti mismo, para saber quién eres. Pero eso se alcanza a través del esfuerzo. Has de trabajar para ello.
No trates de obtener nada prestado. En ese mundo interior nada puede ganarse de prestado. Y no trates de llegar a ser un erudito. Alcanza la claridad, alcanza una visión donde no existan pensamientos en tu mente. Esta es la tarea más dura que hay en el mundo, el reto mayor. Todos los otros retos son muy pequeños. Esta es la mayor aventura que puedes emprender y aquellos que son valientes aceptan el reto y se sumerge en ello.
El mayor reto es cómo abandonar la mente porque solamente cuando la mente desaparece, puede existir Dios. Solamente cuando lo conocido desaparece, surge lo desconocido. Solamente cuando no hay mente, cuando no estás tú, cuando no queda nada de ti, de improviso te encuentras con eso que has estado buscando desde siempre. Dios se presenta cuando tú desapareces.