LA ILUMINACIÓN ESPIRITUAL

EL AMOR DE UNA MADRE

Cuento Zen - El amor de una madre

Cuento zen sobre el amor.

Dos mujeres vienen a ver al rey Salomón con un problema difícil. Esta mujer y yo vivimos en la misma casa, explica una. Yo di a luz un nene, y dos días más tarde ella también dio a luz un nene. Una noche, el bebé de ella murió. Pero mientras yo estaba dormida, ella puso su nene muerto a mi lado y se llevó mi bebé. Cuando desperté y vi al nene muerto, noté que no era el mío.

Al oír esto, la otra mujer dice: ¡No! ¡El nene vivo es mío y el muerto es de ella! La primera mujer contesta: ¡No! ¡El muerto es tuyo y el vivo es mío! Así discuten las mujeres. ¿Qué va a hacer Salomón?

Salomón pide una espada, y, cuando se la traen, dice: Corten en dos el bebé vivo, y den a cada mujer la mitad.

Dos mujeres al lado de uno de los hombres de Salomón con un bebé y una espada
¡No! Grita la verdadera madre. Por favor, no maten al bebé. ¡Dénselo a ella! Pero la otra mujer dice: No nos lo den a ninguna de las dos; córtenlo en dos.

Ahora Salomón dice: ¡No maten al nene! Dénselo a la primera mujer. Ella es la verdadera madre. Salomón sabe esto porque entiende que la madre verdadera ama tanto al bebé que está dispuesta a dárselo a la otra mujer para que no lo maten.

MORALEJA

¿Qué es el amor?

Observa cuán necesaria e indiscriminadamente ofrece el árbol su sombra a todos, ya sean buenos o malos, jóvenes o viejos, altos o bajos, hombres o animales y cualesquier ser vivientes, incluso a quien pretende cortarlo y echarlo abajo. Esta es, pues, la primera cualidad del amor: su carácter indiscriminado. Contempla con asombro la bondad absoluta del árbol, porque tiene la imagen de lo que sucede con el amor.

¿Cómo se obtiene esta calidad del amor?

Hay algo que puedes dejar de hacer. Observa el maravilloso cambio que se produce en ti cuando dejas de ver a los demás como buenos y malos, como justos y pecadores, y empiezas a verlos como inconscientes e ignorantes. Comprender esto significa adquirir esa cualidad no discriminatoria que tanto admiramos en el árbol.

La segunda cualidad del amor es su gratuidad. Al igual que el árbol, el amor da sin pedir nada a cambio. Sólo necesitas hacer una cosa para adquirir esa cualidad de la gratuidad que caracteriza al amor: abrir tus ojos y mirar. El mero hecho de mirar y descubrir tu presunto amor tal como realmente es, como un camuflaje de tu egoísmo y tu codicia, es esencial para llegar adquirir esta segunda cualidad del amor.

La tercera cualidad del amor es su falta absoluta de autoconsciencia, su espontaneidad. El amor disfruta de tal modo amando que no tiene la menor consciencia de sí mismo. Es lo mismo que ocurre con el árbol que ofrece su sombra. La sombra no se produce porque haya alguien cerca, ni desaparecen cuando no hay nadie, sino que, al igual que el amor, existen con independencia de las personas. El amor, simplemente, es, sin necesidad de ningún objeto. Y esa sombra, simplemente, es, independientemente de que alguien se beneficie o no de ella. Por tanto, no tiene consciencia de poseer mérito alguno o de hacer bien.

Y la cuarta y última cualidad del amor es su libertad. En el momento en que entran en juego la coacción, el control o el conflicto, en ese mismo momento muere el amor. Fíjate cómo el árbol te deja completamente libre. El árbol no va a hacer el menor esfuerzo por arrastrarte hacia su sombra cuando corras el riesgo de sufrir una insolación. En cambio, piensa por un momento en toda la coacción y control por parte de los demás a que tú mismo te sometes cuando, para comprar su amor y su aprobación o, simplemente, por no perderlos, tratas tan desesperadamente de responder a sus expectativas. Cada vez que te sometes a dicho control y dicha coacción, destruyes tu natural capacidad de amar, porque no puedes dejar de hacer con otros lo que permites que otros hagan contigo. Observa y comprende, pues, todo el control y la coacción que hay en tu vida, y verás cómo se reducen y empieza a brotar la libertad. En definitiva, libertad no es más que otra palabra para referirse al amor.