Los dos burros de carga
Cuento zen con moraleja
El amor es inocente si no tiene un motivo en sí, cuando no es más que un compartir de tu energía. Tienes demasiado, así compartes… y tú quieres compartir.
Cuento zen sobre el compartir
Dos burros avanzaban por un largo sendero en un día en que el sol calentaba con gran intensidad. Uno llevaba un bulto de algodón y avanzaba tranquilo, pues, su peso no era gran cosa comparado con el de otro burro, que avanzaba a su lado, cargado con un pesado bulto de sal.
El que llevaba la carga liviana agradecía que su carga no era tan pesada, y se compadecía de su vecino, pero en ningún momento le ofreció ayuda. Una y otra vez tuvo la oportunidad de que intercambiaran cargas, pero bajo los más variados pretextos rechazó la oportunidad de servirle.
El burro cargado con el bulto de sal llevaba con paciencia el peso que el destino había puesto en su lomo y, aunque casi desfallecía a veces, persistió en el cumplimiento de su deber. En cierto momento tuvieron que cruzar un ancho río. El algodón absorbió tanta agua que el burro que lo cargaba pronto pereció ahogado. La sal, en cambio, se fue disolviendo en el agua y el burro paciente quedó liberado de su carga y llegó fácilmente al otro lado de la orilla.
MORALEJA
El amor es inocente cuando no tiene un motivo en sí. El amor es inocente cuando no es más que un compartir de tu energía. Tienes demasiado, así compartes… quieres compartir.
Y, con quien sea que comparte contigo, te sientes agradecido con él o con ella porque estabas como una nube, demasiado llena de agua de lluvia, y alguien te ayudó a desahogarte. O eras como una flor, llena de fragancia y el viento vino a descargarte. O tenías una canción para cantar y alguien escuchó atentamente… tan atentamente que te permitió cantarla. O sea, con quien quiera que te ayude a desbordarte en amor, siéntete agradecido.
Absorbe ese espíritu de compartir, permite que se convierta en tu propio estilo de vida: ser capaz de dar sin ninguna idea de conseguir, ser capaz de dar sin adjuntar condición alguna, ser capaz de dar simplemente debido a tu abundancia.
La autorrealización no es egoísmo. La persona autorrealizada es la única persona altruista, porque crea todo aquello que es grande en su ser. Y al crearlo comienza el compartir. No necesitas hacer un esfuerzo para compartirlo; si está ahí, comienza a rebosar. No se puede contener la danza, no se puede contener la alegría. Rebosan, comienzan a alcanzar a otras personas, son contagiosas.