La iluminación espiritual

La humildad de Tagore

Cuento Zen (445)

En esta anécdota Rabindranath Tagore yacía en su lecho de muerte.

Un viejo amigo sentado a su lado le dijo: Puedes dejar este mundo satisfecho, has logrado lo que querías hacer. Has alcanzado un gran respeto, escribiste muchas canciones, y el mundo entero te conoce como el bardo divino. Realmente nada se deja sin hacer.

Rabindranath Tagore abrió los ojos, miró con tristeza a su amigo y dijo: Sé humilde y no digas esas cosas. Le estaba diciendo a Dios que todo lo que quería cantar aún no se cantaba. Lo que quería decir aún no se dice. ¡Toda mi vida se ha pasado simplemente afinando mi instrumento! Rabindranath Tagore sintió que aún no había comenzado a cantar sus alabanzas y ya había llegado el momento de irse.

MORALEJA

Solo cuando te das cuenta de lo insignificante que eres puedes echar raíces la comprensión de su grandeza. Los tontos siempre se creen grandes; los hombres sabios son conscientes de su pequeñez. A medida que la comprensión aumenta la sensación de ser demasiado pequeño, demasiado insignificante, es paralela al sentido de su inmensidad y su presencia omnipresente.

Por eso, recuerda, la barrera más grande entre tú y Dios es tu ego, y el ego se alimenta de conocimiento, virtud, respetabilidad, nombre, fama, poder. Recuérdalo, y no alimentes tu ego.

Vuélvete más humilde. Mira tus limitaciones, mira tus fallos, mira tus errores, y sé humilde. Ese mismo ver te hará humilde. En esa humildad, la oración surge espontáneamente. ¡Una gran valentía nace de esa humildad! La humildad es fuerte, el ego es muy débil. Pensarás en esta paradoja; el ego solo aparenta ser fuerte. ¡Pero es débil! De hecho el ego es el esfuerzo de la persona débil de protegerse a sí misma. El ego es una armadura: la persona sabe que en el fondo es muy débil; el ego es un esfuerzo para proteger su debilidad. La persona débil tendrá el ego más grande. Son complementarios; cuanto más débil eres más grande es el ego que necesitas para protegerte. La persona realmente fuerte no necesita tener ego. No necesita protección, puede vivir desprotegido. Puede vivir inseguro y de un modo vulnerable.

El ego tiene la fuerza de la roca, la persona humilde tiene la fuerza del agua. Y Rabindranath Tagore entendía que debía volverse como el agua. Vuélvete suave como el agua y finalmente vencerás. Recuerda, la dureza te lleva a la derrota. Tu misma resistencia a la vida más pronto o más tarde te destruye. Es tu propia dureza, tu propio ego, que se vuelve veneno en ti. Observa una cascada cayendo sobre una gran roca, la roca no puede ni siquiera imaginar que esta humilde agua, suave, femenina, la va a destruir. Pero llegará un día en que la roca habrá desaparecido, se habrá convertido en arena, y el agua continuará fluyendo de la misma manera. Las rocas mueren por su propia dureza. El ego es como una roca, la humildad es como una rosa.

El ego parece ser fuerte, pero no lo es, y la humildad parece ser débil, pero no lo es. No te dejes engañar por las apariencias.