La rebanada
Cuento zen con moraleja
La ira enceguece y envenena el alma. Los seres no son insensatas hasta que sus mentes son envenenadas por la ira. Observa la ira y es transformada en luz.
Cuento zen sobre la ira
Aquel hombre era un cliente habitual, y la dirección hacia todo lo posible por complacerle. Por eso, cuando un día se quejó de que solo le habían dado una rebanada de pan con la comida, el camarero se apresuró a llevarle otras cuatro.
Está bien, dijo, pero no crea que es suficiente. Me gusta el pan, y me gusta en cantidad.
De modo que la siguiente noche que fue a cenar le dieron una docena de rebanadas. No está mal, dijo, pero sigue usted mostrándose un tanto frugal, ¿no cree?
Ni siquiera una cesta llena de pan consiguió, la noche siguiente, acallar sus quejas.
De modo que el dueño decidió darle una lección. Encargo especialmente para él una gigantesca rebanada de pan de dos metros de largo por uno de ancho, y el mismo en persona, con la ayuda de dos camareros, se la llevo, la puso sobre una mesa supletoria y espero su reacción.
El hombre, tras mirar con verdadera furia la gigantesca rebanada, se encaró con el dueño y le dijo:
¡Así que volvemos a las andadas!, ¿eh?
¡Una sola rebanada!
MORALEJA
La ira te enceguece y te envenena el alma. Las personas nunca son insensatas hasta que sus mentes son envenenadas por la ira.
Cuando creas que la ira se está acercando, cierra tus ojos y medita sobre lo que es la ira. Escarba en ti y descubre el origen del cual procede. Lo que hacemos, generalmente, es justo lo contrario. Cuando nos enojamos empezamos a pensar en el objeto de la ira, sobre quien la ha creado, y no sobre el origen de la ira, de donde viene. Cuando te enojes, cierra tus ojos. Ese es el instante correcto para meditar. Cierra tus ojos, ve hacia adentro y descubre de donde surge esta ira. Síguela hasta su mismísimo origen. Ve hacia adentro y descubrirás el origen del calor desde donde la energía acumulada está hirviendo por salir.
Obsérvala, solamente obsérvala, de lo contrario la lanzarás al exterior sin que sea transformada. Y no la reprimas, porque si la reprimes, regresará a su origen que ya se halla saturado. No podrá absorberla. La volverá a lanzar hacia fuera otra vez todavía con más fuerza. No la reprimas, sé sencillamente, consciente. Ve hacia adentro, hacia el origen. Este mismo ir retiene el proceso; la observación misma transforma la cualidad de la ira porque esta observación calmada es un antídoto.
La ira y la calmada observación son dos fenómenos distintos. Cuando esta calmada observación entra en la ira, cambia su energía, su composición misma y el calor se transforma en luz. Ese es el cambio: ¡el calor se convierte en luz! Entonces, la ira, ni es devuelta a su origen, que no puede contenerla porque ya está desbordado, ni es devuelta hacia el objeto desperdiciándola, en un absoluto despilfarro. Entonces esa energía ni se dirige hacia el exterior, hacia el objeto de la ira, ni es reprimida hacia su origen. Con la observación, esta energía es difuminada. Se difunde hacia la periferia de tu cuerpo como luz. Cuando se difunde, se desplaza como luz y la misma ira se convierte en olas; la misma ira se convierte en luz, una luz interna.
Este proceso es alquímico; observa la ira, y la ira es transformada en luz; observa el sexo, y el sexo es transformado en luz. Observa cualquier fenómeno interno que cree calor y transfórmalo en luz.