La iluminación espiritual

La verdadera oración

Cuento Zen (441)

El emperador mogol Akbar en la oración de la tarde, desmontó de su caballo, tendió su estera en el suelo y se arrodilló para orar, tal como hacen en todas partes los devotos musulmanes.

Pero, en aquel preciso momento, una campesina, inquieta por la desaparición de su marido, que había salido de casa aquella mañana y no había regresado, pasó por allí como una exhalación, sin reparar en la presencia del arrodillado emperador, y tropezó con él, rodando por el suelo; pero se levantó y, sin pedir ningún tipo de disculpas, siguió corriendo hacia el interior del bosque. Akbar se sintió irritado por aquella interrupción, pero, como era un buen musulmán, observó la regla de no hablar con nadie durante la oración.

Más tarde, justamente cuando él acababa su oración, volvió a pasar por allí la mujer, esta vez alegre y acompañada de su marido, al que había conseguido encontrar. Al ver al emperador y a su verdugo, ella se sorprendió y se llenó de miedo. Entonces Akbar dio rienda suelta a su enojo contra ella y le gritó: ¡Explícame ahora mismo tu irrespetuoso comportamiento si no quieres que te castigue!

Entonces la mujer perdió de pronto el miedo, miró fijamente a los ojos al emperador y le dijo: Majestad, iba tan absorta pensando en mi marido que no te vi, ni siquiera cuando, como dices, tropecé contigo. Ahora bien, dado que estabas en plena oración, con seguridad estabas tan absorto en alguien infinitamente más valioso que mi marido. ¿Cómo es posible que pudiste reparar en mí?

El emperador, avergonzado, no supo qué decir. Más tarde confiaría a sus amigos que una simple campesina, no un experto ni un Mullah, le había enseñado lo que significa la oración.

MORALEJA

La energía del amor es la oración. Las religiones y las Iglesias organizadas la han destruido. Te han dado oraciones prefabricadas. La oración es un sentimiento espontáneo. Deja que tu oración sea un fenómeno espontáneo. Si ni siquiera tu oración es espontánea, entonces ¿qué más puede ser espontáneo? Si tienes que ser prefabricado incluso con Dios, ¿cuándo vas a ser auténtico, sincero y natural?

Di las cosas que te gustaría decir. Habla con Dios como si hablaras con un amigo muy sabio. No lo conviertas en algo formal. Una relación formal no es una relación en absoluto. ¿También te has vuelto formal con Dios? No tienes espontaneidad.

Incorpora el amor a tu oración. ¡Entonces podrás decir algo! Es hermoso, es un diálogo con el universo.

Pero ¿te has dado cuenta? Cuando realmente eres espontáneo, la gente cree que estás loco. Si te pones a hablar con un árbol, una flor o una rosa, la gente pensará que estás loco. Si vas a una iglesia y te pones a hablar con la cruz o con una imagen, nadie pensará que estás loco creerán que eres muy piadoso. Estás hablando con una piedra en el templo y todo el mundo cree que eres piadoso, porque esta es la forma autorizada.

Si hablas con una rosa que está mucho más viva que cualquier imagen de piedra, que es mucho más divina que cualquier imagen de piedra... Si hablas con un árbol que está mucho más enraizado en Dios que cualquier cruz, porque la cruz no tiene raíces, está muerta. Un árbol está vivo, tiene raíces que bajan a las profundidades de la tierra, tiene ramas que surcan los cielos, está conectado con la totalidad, con los rayos del sol, con las estrellas; ¡habla con los árboles! Ese puede ser un punto de contacto con lo divino.

Pero si hablas así, la gente pensará que estás loco. Toman la espontaneidad por locura. Creen que las formalidades son sanas. Y la realidad es justo lo contrario. Si entras en un templo y repites una oración de memoria eres tonto. ¡Ten una conversación de corazón a corazón! La oración es hermosa, a través de ella empezarás a florecer.

La oración es estar enamorado, enamorarse de la totalidad. Es un bello gesto, no estás muerto. A veces dejas totalmente de orar, porque rezas, pero Dios no te escucha. Se trata de una relación en la que estás muy implicado, te enfadas. A veces te sientes muy bien, estás agradecido, das las gracias; a veces te desanimas.

Repetir todos los días lo mismo como si fueses un gramófono, no es orar. Pero deja que sea una relación viva. Entonces, será una oración sincera. Y toda la existencia está preparada para responderte. Cuando tu corazón se abre, la totalidad te responde.