El avaro

Cuento zen con moraleja

No es el dinero, es la capacidad de disfrutar lo que hace ricos o pobres. Afanarse por la riqueza y no disfrutar es como estar calvo y coleccionar peines.

Imagen del cuento: El avaro

Cuento zen sobre la codicia

No considero la avaricia como un deseo, es una enfermedad existencial. No estás en sintonía con la totalidad, y solo esa sintonía con la totalidad puede darte la salud. Esa sintonía con la totalidad puede hacerte sagrado.

El hombre se siente pleno si está en sintonía con el Universo; si no está en armonía con el Universo está vacío, totalmente vacío. Y de ese vacío procede la avaricia. Basta con entender la naturaleza de la avaricia. No tienes que hacer nada más para librarte de ella; la comprensión misma aclarará todo el lío como sucedió en el siguiente cuento.

Un avaro enterró su oro al pie de un árbol que se alzaba en su jardín. Todas las semanas lo desenterraba y lo contemplaba durante horas. Pero, un buen día, llegó un ladrón, desenterró el oro y se lo llevó.

Cuando el avaro fue a contemplar su tesoro, todo lo que encontró fue un agujero vacío. El hombre comenzó a dar alaridos de dolor, al punto que sus vecinos acudieron corriendo a averiguar lo que ocurría. Y, cuando lo averiguaron, uno de ellos le preguntó: ¿Empleaba usted su oro en algo? No, respondió el avaro. Lo único que hacía era contemplarlo todas las semanas. Bueno, entonces, dijo el vecino, por el mismo precio puede usted seguir viniendo todas las semanas y contemplar el agujero.

MORALEJA

La avaricia simplemente significa que estás sintiendo un profundo vacío y quieres llenarlo con cualquier cosa que puedas, sea lo que sea. Una vez que la entiendes, no te queda nada que hacer con la avaricia. Tienes que hacer algo para entrar en comunicación con la totalidad de manera que desaparezca el vacío interno. Y cuando desaparece, también desaparece toda avaricia. Eso no significa que empieces a vivir desnudo; simplemente significa que no dedicas la vida a coleccionar cosas. Cuando necesitas algo, puedes obtenerlo.

No es nuestro dinero, sino nuestra capacidad de disfrutar, lo que nos hace ricos o pobres. Afanarse por la riqueza y no ser capaz de disfrutar es lo mismo que estar calvo y coleccionar peines. Por eso puede haber muchas formas y muchos caminos para llenar el vacío, pero nunca se llena: permanece vacío, y tú te sientes desgraciado porque nunca es suficiente. Hace falta más, y esa demanda de más nunca tiene fin.

El hombre se siente pleno si está en sintonía con el Universo; si no está en armonía con el Universo está vacío, totalmente vacío. Y de ese vacío procede la avaricia. Basta con entender la naturaleza de la avaricia. No tienes que hacer nada más para librarte de ella; la comprensión misma aclarará todo el lío. La avaricia intenta llenarlo: con dinero, con casas, con muebles, con amigos, con amantes, con cualquier cosa, porque uno no puede vivir como vacío. Es horrible, es una vida fantasmal. Si estás vacío y no tienes nada dentro de ti, te será imposible vivir.

Por tanto, sé existencial. Abandónate y acércate a la existencia en silencio y en paz, en meditación, y un día verás que estás tan lleno, más que lleno, rebosas de alegría, de dicha, de bendición. Tienes tanto que puedes dárselo a todo el mundo y no se agota. Ese día, por primera vez, no sentirás ninguna avaricia: de dinero, de alimento, de objetos, de nada. Vivirás naturalmente y encontrarás todo lo que necesites. Y vivirás, no estarás siempre con una avaricia constante e imposible de satisfacer, con una herida que no se puede curar.