La iluminación espiritual

Las raíces de la libertad

Cuento Zen (298)

El maestro les explicaba a sus discípulos que en Japón hay árboles que tienen quinientos, seiscientos años, y solo miden veinte centímetros de altura. Se considera un arte.

La estrategia que utilizan es esta: plantan un árbol en un tiesto desfondado y le van cortando las raíces. Cuando las raíces salen y tratan de llegar a la tierra, las cortan. No tienen que hacerle nada al árbol; simplemente le van cortando las raíces. El árbol puede vivir durante miles de años.

¿Maestro, y tú que piensas de este arte?, le preguntaron sus discípulos.

Para mí sencillamente es un crimen. Los jardineros han estado manteniendo en esa penosa situación a esos árboles durante generaciones. El árbol puede vivir durante miles de años, pero nunca florece, nunca llega a dar fruto.

MORALEJA

Se ha hecho lo mismo con el ser humano en todo el mundo. Se le han cortado las raíces desde el principio, en relación con todo.

El niño tiene que ser obediente. Le estás cortando las raíces. No le estás dando la oportunidad de decirte si o de decirte no. No le estás permitiendo pensar, no le estás permitiendo tomar una decisión propia. No le estás dando responsabilidad, le estás quitando la responsabilidad bajo la maravillosa palabra «obediencia». Le estás quitando la libertad, le estás quitando la individualidad, con una estrategia simple: insistes en que es un niño y no sabe nada. Los padres deciden y el niño tiene que ser absolutamente obediente.

El niño obediente es un niño respetado. Pero hay tantas cosas implicadas que lo estás destruyendo completamente. Se hará viejo, pero no crecerá. Se hará viejo, pero no florecerá ni tampoco dará fruto. Vivirá, pero su vida no será un baile, no será una canción, no será un disfrute. Has destruido la posibilidad básica de todo aquello que le convierte en un individuo, auténtico, sincero, de todo lo que le da cierta integridad.

La obediencia te deja inválido, no puedes decir no, tienes que decir sí. Pero cuando una persona es incapaz de decir no, su si no significa nada; está funcionando como una máquina. Le has convertido en un robot.

Las raíces solo pueden ser fuertes si dejamos de hacer lo que hemos estado haciendo hasta ahora y hacemos exactamente lo opuesto. Cada niño debería tener la oportunidad de pensar. Deberíamos ayudarle a agudizar su inteligencia. Deberíamos ayudarle proponiéndole situaciones y dándole oportunidades de decidir por sí mismo. Deberíamos de no forzar a nadie a ser obediente, y de enseñar a todo el mundo la belleza y la grandeza de la libertad. Entonces todas sus raíces serían fuertes.