La sensibilidad de George Bernard

Cuento zen con moraleja

George Bernard Shaw era una persona llena de afecto y sensibilidad de corazón por el hombre, las mujeres, los niños e incluso las flores de su jardín.

Imagen del cuento: La sensibilidad de George Bernard

Cuento zen sobre la sensibilidad

Cuentan de uno de los grandes hombres del siglo XX, George Bernard Shaw, que cuando cierta persona fue a conocerlo, un artista muy creativo, novelista, vio tal profusión de hermosas flores en el jardín de Shaw que no daba crédito a sus ojos. Al entrar en la casa no vio ni una sola flor. Le dijo:

Qué curioso... Con tantas flores y tan bonitas en el jardín... Podría cortar unas cuantas y ponerlas en un jarrón.

Shaw replicó:

También me encantan los niños. Son tan hermosos como las flores, pero no les corto la cabeza para decorar mi salón. Las flores se abren, danzan en medio de la lluvia, con el sol, al viento. Están vivas. No soy carnicero; no podría arrancar una flor de su fuente vital, y además no me gustan los cadáveres en mi salón.

Tenía razón. Era un hombre sensible, muy sensible.

MORALEJA

George Bernard Shaw era un hombre sensible, muy sensible. ¿De dónde sale esta sensibilidad? Salía de su ser. No busques otro origen, es su misma naturaleza.

La sensibilidad se puede compartir de mil maneras. La fundamental es el afecto, no una relación amorosa, sino el puro afecto, sin condiciones, sin pedir nada a cambio, simplemente derramando el afecto de tu corazón, incluso sobre los desconocidos, porque desborda de sensibilidad.

La existencia entera desborda de sensibilidad, y el hombre es el producto más elevado de la existencia. Es natural que tu corazón, tu ser esté a punto de desbordarse. Lo has estado ocultando, reprimiéndolo; tus padres y tus profesores te han dicho que hay que ser duro, que hay que ser fuerte, porque vivimos en un mundo en el que hay que luchar. Si no puedes luchar y competir, no eres nadie.

Por eso solo unas cuantas personas como los poetas, los pintores, los músicos o los escultores, que no viven en el mundo de la competición, que no esperan acumular millones de dólares, son las únicas en las que se puede encontrar rastros de sensibilidad.

Pero el meditador sigue el camino del místico, y será cada vez más sensible. Y cuanto más compartas tu sensibilidad, tu amor, tu fraternidad, tu compasión, más cerca estarás del objetivo de la mística.

Incluso a los niños, sobre todo a los chicos, se les dice que no tienen que llorar, que llorar es algo vergonzoso. Las mujeres sí pueden llorar porque hasta ahora no se las ha considerado iguales como seres humanos. En cierto sentido son consideradas personas inferiores, y por eso se les consiente... Ya se sabe, las mujeres son débiles. La sensibilidad se considera una debilidad.

La persona fuerte no debe tener sensibilidad. Cuando corta la cabeza a un montón de personas no tiene que pensárselo dos veces. El día que el presidente Truman ordenó que se lanzaran las primeras bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, que causaron la muerte de más de doscientas mil personas, se quedó despierto hasta que recibió la noticia de que habían soltado las bombas y que, según los cálculos, habían funcionado estupendamente. Y después se fue a dormir. Por la mañana, lo primero que le preguntaron los periodistas fue:

Después de haber matado a doscientas mil personas inocentes (porque eran civiles, no militares). ¿Pudo dormir por la noche?

Y el presidente Truman contestó:

¡Claro que sí! Dormí como un tronco, por primera vez desde hacía meses. El trabajo se había hecho a la perfección. Ahora Japón no tiene más remedio que rendirse. Cuando recibí la noticia me puse tan contento que dormí durante toda la noche, sin despertarme ni una sola vez.

Así son las personas insensibles...

Por último, me gustaría aconsejarte que siguieras ascendiendo. A lo mejor nunca llegas a la cumbre, pero ese es el camino que debes seguir. La sensibilidad es el comienzo de una nueva apertura de tu ser. No tengas miedo; sigue ascendiendo más y más. Sé cada día más sensible.