La iluminación espiritual

La fresa

Cuento Zen (254)

Un sabio dijo que en la vida plena se encuentra la muerte y esa muerte es hermosa. En una vida intensa, apasionada, la muerte llega espontáneamente como un silencio; como un gozo profundo. Cuando digo «morir» no estoy diciendo nada en contra de la vida. En realidad, si temes a la muerte, también temerás a la vida.

He aquí una parábola que el Señor Buda contó a sus discípulos:

Un hombre topó en el campo con un tigre. El tigre se lanzó a por él, y el hombre salió huyendo. En su huida, llegó a un precipicio, dio un traspié y comenzó a caer. Mientras se precipitaba hacia abajo, alargó su brazo y logró agarrarse a un pequeño arbusto de fresas silvestres que crecía en la pared del precipicio.

Allí estuvo colgado durante unos interminables minutos, con el feroz y hambriento tigre unos metros por encima de su cabeza y el profundo abismo a sus pies, adonde no tardaría en ir a parar y donde habría de encontrar la muerte. De pronto, divisó una suculenta fresa que crecía en el arbusto y, agarrándose a este con una sola mano, tomó la fresa con la otra y se la llevó a la boca.

¡Nunca en toda su vida había probado una fresa tan dulce!

MORALEJA

La muerte no se teme, si se ha vivido sabiamente. Quien ha alcanzado la iluminación, la conciencia de la muerte le hace degustar la dulzura de la vida sin sobreestimar lo que ha recibido, ni envidiar otras circunstancias, el que envidia otras circunstancias no tiene paz y no goza del ahora.

Para vivir una vida plena y sin temor a la muerte, uno debe sentirse dueño del ahora en medio de la adversidad. El iluminado se desapega de todo. Cuando le alcanza la felicidad o el infortunio, con sabiduría no se deja afectar ni por la euforia ni por el abatimiento.

Sé que esta vida no lo es todo, que hay una vida mayor oculta detrás. Pero está escondida detrás. No podrás descubrir esa vida mayor yendo en contra de esta vida; tendrás que descubrir esa vida mayor complaciéndote sin reparos en esta vida. En el océano hay olas. El océano está oculto tras las olas. Sí, viendo la agitación y el caos, escapas de las olas, también estarás escapando del océano y de sus profundidades. Lánzate a ellas; esas olas forman parte de él. Sumérgete en ellas y las olas desaparecerán y entonces aparecerá la profundidad, el silencio absoluto del océano.

Empieza a morir a cada instante al pasado. Límpiate del pasado a cada instante. Muere a lo conocido para que así seas asequible a lo desconocido. Al morir y al renacer a cada instante serás capaz de vivir la vida y también serás capaz de vivir la muerte.

Y de eso es de lo que trata la espiritualidad. De vivir la muerte intensamente, de vivir la vida con intensidad, de vivir ambos tan apasionadamente que nada quede atrás sin ser vivido, ni incluso la muerte. Si vives la vida y la muerte plenamente, los trasciendes. En esa tremenda pasión e intensidad de vida y muerte, trasciendes la dualidad, trasciendes la dicotomía, llegas al Uno. Ese Uno es realmente la Verdad. Puedes llamarlo Dios, puedes llamarlo Vida, puedes llamarlo Verdad, Samadhi, Éxtasis o lo que quieras.

Para terminar esta pequeña anécdota: Sócrates se estaba muriendo. Sus discípulos comenzaron a llorar y a gemir; es natural, pero él les dijo: ¡Parad! No me molestéis, dejadme investigar. ¡No me distraigáis! Podéis llorar luego, pronto me habré ido. Ahora mismo, dejadme investigar qué es la muerte. Toda mi vida he estado esperando este momento para entrar en la realidad de la muerte.