La iluminación espiritual

Los chiles picantes

Cuento Zen (380)

Nasrudín visita la India

El célebre y contradictorio personaje sufí Mulla Nasrudín visitó la India.

Llegó a Calcuta y comenzó a pasear por una de sus abigarradas calles. De repente vio a un hombre que estaba en cuclillas vendiendo lo que Nasrudín creyó que eran dulces, aunque en realidad se trataba de chiles picantes.

Nasrudín era muy goloso y compró una gran cantidad de los supuestos dulces, dispuesto a darse un gran atracón.

Estaba muy contento, se sentó en un parque y comenzó a comer chiles a dos carrillos.

Nada más morder el primero de los chiles sintió fuego en el paladar. Eran tan picantes aquellos dulces que se le puso roja la punta de la nariz y comenzó a soltar lágrimas hasta los pies.

No obstante, Nasrudín continuaba llevándose sin parar los chiles a la boca.

Estornudaba, lloraba, hacía muecas de malestar, pero seguía devorando los chiles.

Asombrado, un paseante se aproximó a él y le dijo: Amigo, ¿no sabe que los chiles solo se comen en pequeñas cantidades?

Casi sin poder hablar, Nasrudín comento: Buen hombre, créeme, yo pensaba que estaba comprando dulces.

Pero Nasrudín seguía comiendo chiles. El paseante dijo: Bueno, está bien, pero ahora ya sabes que no son dulces. ¿Por qué sigues comiéndolos?

Entre toses y sollozos, Nasrudín dijo: Ya que he invertido en ellos mi dinero, no los voy a tirar.

MORALEJA

El Maestro dice: No seas como Nasrudín. Toma lo mejor para tu Revolución interior y arroja lo innecesario o pernicioso, aunque hayas invertido años en ello. Nadie que pone su mano en el arado y luego mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. Uno tiene que renunciar a todo lo que es fútil para obtener lo que tiene asignado.

La mente es muy inteligente. Si dices, abandona el dinero, la mente dice, de acuerdo. ¿Puedo aferrarme a la meditación? Si le dices a la mente, renuncia al mundo, la mente te dirá, de acuerdo. ¿Puedo tener experiencias espirituales? Si dices, renuncia al mundo, la mente te dirá, puedo renunciar al mundo, pero me aferraré a la idea de Dios.

Pero todos tus apegos son así de absurdos. A todo se puede renunciar, excepto a tu consciencia más interna. No se trata de decir: renuncia a ello. Pero en lo profundo uno debería vivir en renuncia: uno debiera estar en el mundo, pero permaneciendo en constante renuncia.

Puedes vivir con la familia, sin ser parte de ella; puedes vivir en la sociedad y, aun así, fuera de ella. Se trata de una actitud interna. No se trata de mudarte de lugar: se trata de cambiar la mente.

Las cosas a las cuales estás demasiado apegado no son malas en sí, recuerda. Padre, madre, familia, esposa, hijos, dinero, casa: no son malas en sí mismas. El apego no es malo debido a que estas cosas sean malas, o que estas personas o estas relaciones lo sean: el apego es en realidad lo malo.