Dios y el tiempo
Cuento zen con moraleja
Sabías que el tiempo nadie lo ha visto, que no hay forma de verlo. Si buscas, se ha ido, si piensas, no está ahí. Si simplemente eres, está ahí. Lo vives.
Cuento zen sobre el tiempo
Alguien le pregunto a un gran maestro, define a Dios. ¿Qué quieres decir con la palabra Dios? Y el maestro le dijo, es como el tiempo. Puedo hablar de él, pero si quieres una definición no puedo dártela.
MORALEJA
Y sigues preguntando a la gente, ¿Qué es el tiempo? Ellos mirarán sus relojes y contestarán, pero si realmente preguntas el significado de lo que es el tiempo, si pides una definición, los relojes no sirven de nada.
¿Puedes definir el tiempo? Nadie lo ha visto, y no hay forma de verlo. Si buscas, se ha ido, si piensas, no está ahí. Cuando no piensas, cuando no buscas, cuando simplemente eres, está ahí. Lo vives. El maestro está en lo cierto: Dios puede ser vivido, pero no visto. El tiempo puede ser vivido, pero no puede ser visto. El tiempo no es un problema filosófico, ¡es existencia! Dios tampoco es un problema filosófico, ¡es existencia! Hay gente que lo ha vivido, pero si insistes en una definición, permanecerán callados, no pueden contestar. Y si puedes permanecer en este instante, las puertas de todos los misterios se abrirán.
Por eso arroja todo deseo, quita el polvo de tus ojos, ponte en paz interior, sin desear nada, ni incluso Dios.
No anheles; tan solo sé. Ni incluso busques; solo sé. No pienses. Deja que este momento permanezca ahí, y tú en él, y de repente lo tendrás todo, porque la vida está ahí. De repente todo empieza a descender sobre ti, y entonces este momento se vuelve eterno y ya no existe el tiempo. Es siempre el ahora. Nunca acaba, nunca empieza, pero entonces estás en él, no afuera. Has penetrado el todo, has reconocido quién eres.
Recuerda: Hay dos caminos, y trata de comprender que solo hay dos caminos. Un camino es el de salir al exterior y demostrar que tú eres alguien; el otro es penetrar en tu interior y conocer que no eres nadie. Si te diriges al exterior nunca podrás demostrar que eres alguien. La necesidad permanecerá, más bien, se incrementará. Cuanto más intentes demostrar, más mendigo te sentirás. El demostrar a los demás que eres alguien no te hace ser alguien. En tu interior, el no ser permanece. Hiere al corazón, ahí tú sabes que tú no eres nadie.
El otro modo es ir hacia adentro, no intentar liberarse de este estado de no ser, sino comprenderlo. Ve hacia adentro y comprende que no eres nadie. El momento en que te das cuenta de que no eres nadie explotas en una nueva dimensión, porque cuando una persona comprende que no es nadie también comprende que él lo es todo.