La iluminación espiritual

Por estúpido es ciego

Cuento Zen (307)

Se cuenta la historia de un santo hindú, que iba caminando por una calle cuando vio a una mujer hermosa, y por un momento olvidó que había renunciado al mundo. Se olvidó que era un santo, olvidó todo acerca de la religión, la disciplina, el yoga.

En ese momento su corazón saltó movido por una gran pasión y amor hacia esa mujer. Un momento después se sorprendió a sí mismo de su falta. Regresó a su choza y se destrozó los ojos, se quedó ciego porque las escrituras dicen que, si tus ojos te llevan por mal camino, destrúyelos.

MORALEJA

Este estúpido santo hindú se debió de sentir inmensamente poderoso al destruir sus ojos: ¡Soy capaz de hacer hasta esto! Su ego debió de sentirse sutilmente alimentado y más fuerte que nunca. Y no fueron los ojos, sino su estúpida capacidad de volverse inconsciente; los ojos no le habían llevado por mal camino. ¿Cómo pueden llevarte los ojos por mal camino? Los ojos son solamente ventanas al mundo. De pie en tu habitación mirando por la ventana, ves a una mujer hermosa; tú no rompes la ventana. Y rompiendo la ventana no conseguirás nada: no te volverás más espiritual, no te volverás menos sexual, tu pasión no desaparecerá. Solamente te quedarás encerrado en tu casa y tu pasión seguirá bullendo en tu interior. Los ojos son ventanas.

En América una mujer católica se cortó una mano porque la Biblia dice: «Si tu mano te ofende, es mejor cortarla y arrojada lejos que ir al infierno y sufrir toda la eternidad».

A esa gente, santo hindú o mujer católica, hay millones de este tipo. ¿Puedes llamarles espirituales? Son patológicos.

Una persona espiritual está sana, es una persona total. Acepta la vida como es, y acepta las alegrías que trae la vida. Baila con el baile, canta mil y una canciones. Su perspectiva no es antagonista, no está en contra de la vida.

La perspectiva ascética va en contra de la vida. Es suicida. Quizás estés cometiendo un suicidio muy lento y parcial; eso no cambia las cosas. Alguien salta de un acantilado y se destruye; otra persona se va destruyendo poco a poco a plazos, le lleva años destruirse: eso es envenenamiento lento, pero no hay diferencia. De hecho, el hombre que salta del acantilado es más valiente que el que se va suicidando lentamente.

Pero a través de los siglos hemos estado alabando a esta gente insana, les hemos adorado. La humanidad, por culpa de esta reverencia, ha permanecido inmadura y anormal. La gente normal no es normal, solo se le llama normal. Son muchos, pero no son la norma, y además tampoco están sanos. Consiguen vivir sus vidas como pueden. El hombre que es destructivo con su ser está enfermo, y la gente que le adora como a un santo también está enferma.

Estoy absolutamente en contra de las prácticas ascéticas porque esas prácticas van contra la vida. Estoy por completo a favor de la vida, a favor de Dios. Dios es una celebración. Mira a tu alrededor..., la existencia entera está continuamente celebrando, en una especie de «aleluya». No deja de cantar y bailar, de amar y disfrutar. Si observas la existencia comprenderás qué significa ser espiritual: ser espiritual es ser parte de esta celebración.

Permanece en tu cuerpo. Sal de tu mente y penetra en tus sentidos: esa es la única manera de ser espiritual.

Parecerá paradójico, pero déjame que te diga: la única manera de ser espiritual es estar en el mundo, profundamente en el mundo, porque Dios se esconde en el mundo. No existe «otro mundo». El otro mundo está en el centro más profundo de este mundo, no está separado de él.

Si abandonas toda clase de creencias y empiezas a mirar con claridad, te sorprenderás: el hombre no ha sufrido en las manos de la gente no espiritual, el hombre ha sufrido en las manos de los llamados religiosos.

Las desgracias más grandes del hombre han surgido a causa de la división entre el cuerpo y el espíritu. El hombre se ha vuelto esquizofrénico por culpa de vuestros santos, de vuestras iglesias, de vuestras escrituras. Y no te estoy diciendo que no haya habido nunca santos auténticos. Los ha habido: Jesús o Diógenes, el Buda y Krishna, Zaratustra y Lao Tzu; esas personas amaban la vida. Y la tradición que dice otra cosa, está creada por los patológicos.