El místico que no rezaba

Cuento zen con moraleja

Yo vivo en completa meditación, así que no rezo. Solo aquellos que no viven en la meditación les gusta rezar. ¿Qué verdadero sentido tiene una plegaria?

Imagen del cuento: El místico que no rezaba

Cuento zen sobre la oración

En una ocasión sucedió que un barco con muchos peregrinos surcaba los mares en dirección a La Meca. Iban de peregrinaje. Y estaban sorprendidos por una cosa: todos eran peregrinos que se dirigían al lugar más sagrado, todos rezaban cada día las cinco oraciones prescritas para los mahometanos; todos, excepto un místico sufí. Pero el místico irradiaba tanta alegría, que nadie se atrevía a preguntarle el porqué de su conducta.

Y un día que la mar estaba muy embravecida el capitán dijo: Todo parece indicar que no hay posibilidad de salvarse; así que, por favor, rezad vuestra última oración, el barco se hunde.

Y todo el mundo se puso a rezar, excepto el místico sufí. Esto ahora ya no se podía transigir. Entre todos le rodearon. Estaban llenos de ira y dijeron:

Tú eres un hombre de Dios. Te hemos observado y nunca has rezado. Pero por respeto, porque te tenemos por hombre santo, no hemos dicho nada. Sin embargo, ahora esto es intolerable. El barco se está hundiendo y tú eres un hombre de Dios; si rezas, tu plegaria será escuchada. ¿Por qué no rezas?

El místico dijo:

Si rezas por miedo, es que no has comprendido nada; por eso yo no rezo.

Y la gente le respondió:

Entonces, ¿por qué no rezabas cuando no había razón para tener miedo?

El místico dijo:

Yo vivo en completa meditación, así que no puedo rezar. Solo aquellos que no viven en la meditación pueden rezar. Pero ¿qué sentido tiene su plegaria? ¡Rituales vacíos! Yo vivo en completa meditación; de hecho, yo soy conciencia. Cada momento es conciencia.

MORALEJA

Todo es una oportunidad si es tomado correctamente, todo momento es una ayuda en el camino. El fracaso ayuda a crear conciencia tanto como el éxito; a veces, de hecho, el fracaso ayuda a crear más conciencia que el éxito. El éxito hace que te duermas. Con la felicidad la gente se olvida; con la felicidad nadie se acuerda de Dios. Con la infelicidad, de repente, viene el recuerdo.

El hombre que es capaz de recordar, incluso cuando es feliz, es un hombre afortunado. ¡Afortunado el hombre que es capaz de recordar cuando todo va bien y sin problemas! Cuando la mar está brava, todo el mundo se acuerda de Dios; eso no tiene nada de particular, eso es simplemente a causa del miedo.

Meditación es la palabra que designa la misma cualidad de la conciencia.

Así que por la noche da gracias de nuevo, dale las gracias a la existencia entera. Para un iluminado no existe Dios, porque para él, Dios es verbo y no sustantivo, recuérdalo. Aunque yo use la palabra Dios, esta no es una palabra de un iluminado. Para un iluminado la existencia entera es divina, no existe Dios como algo personal. Esta ha sido siempre la actitud del meditador.

Si eres un hombre que reza, la existencia toma la apariencia de Dios, de algo personal a quien puedas dirigir tus rezos. Si eres un hombre de meditación, la existencia es impersonal, la existencia es algo que tiene que ver con el todo, con la divinidad. Para el hombre que reza existe Dios; para el hombre de conciencia existe la divinidad, pero no existe Dios.

Se cuenta que Herbert George Wells dijo que Gautama Buda fue el hombre más ateo y a la vez el más divino. Eso es verdad. El más ateo, porque Buda nunca creyó en ningún Dios, y a la vez el más divino, porque él mismo era divino. El mismo fue tan divino como jamás se pueda ser, o tener la esperanza de llegar a ser.

La meditación debería ser una experiencia viva, un diálogo interno. Y si es interno, pronto sentirás que no solo estás hablando, sino que la respuesta está ahí. Entonces, la meditación ha alcanzado su madurez. Cuando sientes la respuesta, cuando sientes que no estás hablando tú solo —si es un monólogo sigue sin ser meditación—, entonces se convierte en un diálogo. No solo hablas, sino que escuchas.

Recuerda: Toda la existencia está preparada para responderte. Cuando tu interior se abre, la totalidad te responde.