La iluminación espiritual

La vieja astuta

Cuento Zen (372)

Cierto matrimonio anciano y muy pobre vivía en el campo. Un día, el marido salió de casa en busca de leña y, al internarse en el bosque, encontró una carga de oro en medio de los matorrales. Dejó la leña y, lleno de gozo, cargó en su burro el hallazgo. Al llegar, le comunicó a su mujer su buena suerte y la vieja, que no era lerda, le dijo:

Cállate, viejo. No eres el primero que haya oro y no andes contándolo.

Así, bajaron la carga y la escondieron dentro de la casa. Al día siguiente, muy temprano, la mujer llamó al viejo y le dijo:

Levántate y ven a peinarte para ir a la escuela, viejo.

Pero mujer ¿es que estás loca? ¡Ni cuando era niño fui a la escuela! –contestó sorprendido el viejo.

Vaya, que lo mando yo. Y no me rezongue más.

Acostumbrado a los mandatos de la vieja, el hombre obedeció.

En la ausencia del viejo, la mujer se puso a preparar bollos, merengues y buñuelos; pero cuando el marido volvió, no le dijo de esto ni una sola palabra. Llegada la noche, los dos viejos se acostaron, pero al rato y con un pretexto, la vieja se levantó. Desparramó por el patio todos los bollos, merengues y buñuelos y volvió a acostarse.

A la mañana siguiente, hizo que el viejo se levantara muy temprano y le pidió que hiciera el fuego. Cuando el viejo salió al patio, se sorprendió:

¡Vieja! ¡Corre, que han caído del cielo bollos, merengues y buñuelos!

Cállate, viejo. No es la primera vez y no hace falta ir contándolo.

Los recogieron, comieron, y guardaron el resto.

Al rato, llegaron a la casa de los viejos dos caballeros, reclamando la carga de oro que en realidad era de ellos. La vieja, que era muy astuta, contestó:

Nosotros no hemos hallado nada.

Pero el inocente viejo dijo:

Sí, vieja, hemos hallado.

Mientes, viejo embustero, no hemos hallado nada.

Sí, vieja. Ayer mismo, cuando fui a la escuela.

¡Mientes viejo!

¡Mientes vieja! Fue antes de que llovieran buñuelos.

¡Mientes viejo!

Los caballeros presenciaron la pelea, se dieron la vuelta y se fueron diciendo:

¡Este viejo está loco! ¿En qué años habrá ido a la escuela, y en qué años habrá caído del cielo buñuelos?

Y así, gracias a las astucias de la vieja, pudieron quedarse con la carga de oro.

MORALEJA

La astucia nace del miedo. Cuanto más miedosa es una persona, más astucia observarás en ella. Un valiente no es astuto, puede depender de su bravura, pero un hombre que está asustado, que es un cobarde, puede depender únicamente de su astucia. Cuanto más inferior es una persona, más astuta es. Cuanto más superior es una persona, más inocente es. La astucia es un sustituto.

Por lo común vivimos en el engaño, el ingenio y la estrategia; no vivimos como niños, inocentes. Planeamos, nos protegemos, nos fabricamos todas las salvaguardas posibles, pero ¿cuál es el resultado? Al fin y al cabo, ¿qué sucede? Por lo general, todas las salvaguardas son destruidas, toda astucia demuestra ser pura estupidez.

Tu astucia no te ayudará para tu crecimiento espiritual, porque; ¿Qué es sino una lucha contra el todo? ¿Con quién eres astuto: con la naturaleza, con el Tao, con Dios? ¿A quién crees que estás engañando: a la fuente de la que has nacido y a la que finalmente volverás? ¿Es la ola intentando engañar al océano, es la hoja intentando engañar al árbol, es la nube tratando de engañar al cielo? ¿A quién piensas que estás tratando de engañar? ¿Con quién estás jugando?

Una vez se comprende esto, un hombre se vuelve inocente, abandona su astucia, todas las estrategias y simplemente acepta. No hay otro sistema que el de aceptar la naturaleza tal cual es y fluir con ella. Entonces no hay resistencia, entonces se vuelve como un niño que va con su padre, en profunda confianza.