La guerra
Cuento zen con moraleja
Hoy día en el planeta hay quienes por ignorancia emprenden una guerra para acabar con todas las guerras, o adoptan la violencia para llegar al amor.
Cuento zen sobre la guerra
Una maestra pidió a sus pequeños alumnos que contaran las buenas acciones que habían realizado en favor de los animales.
Se oyeron historias verdaderamente conmovedoras. Y cuando le llegó el turno a Tommy, este dijo orgullosamente:
Bueno, pues yo una vez le pegué una patada a un chico que había pegado una patada a un perro.
MORALEJA
Hay quienes por ignorancia emprenden una guerra para acabar con todas las guerras, o adoptan la violencia para llegar al amor.
¿Cómo va a haber una guerra en nombre del amor?
Todas las guerras son en contra del amor, la violencia no puede ser amorosa. Las religiones han matado a mucha gente ¡y dicen que siguen a Jesús! No, no lo hacen. Es imposible seguir a Jesús a menos que abandones la mente lógica. Jesús sigue siendo aún un extraño rechazado en el mundo, todavía no hay un hogar para Jesús, porque su palabra es ilógica y la humanidad siempre está buscando la lógica.
El mundo ahora ya no puede estar dividido; la división es peligrosa porque se puede convertir en guerra en cualquier momento. La división no puede tolerarse. Una sola guerra es suficiente para destruirlo todo, y al hombre no le queda mucho tiempo para entender que debemos crear un mundo donde no exista ninguna posibilidad de entrar en guerra.
Lo que yo entiendo es que, tal como vive el hombre necesita una guerra cada diez o doce años. Acumula tanta ira, tanta rabia, tanta violencia, que nada mejor que una guerra puede liberarle. Así, entre guerra y guerra solo hay una separación de diez a quince años. Esa separación es una especie de relajación. Pero empiezas a acumular los mismos celos, la misma violencia de nuevo, porque su psicología no ha cambiado.
El cambio empieza en el hogar.
Si los padres amaran a sus hijos no serían nacionalistas, no se identificarían con ningún país, porque el culto al Estado conduce a la guerra, mata o mutila a sus hijos. Si los padres amaran a sus hijos, descubrirían cuál es la verdadera relación con la propiedad, porque el instinto posesivo ha dado a la propiedad un significado desfasado y falso que destruye el mundo. Si los padres amaran a sus hijos no pertenecerían a ninguna religión organizada, porque el dogma y la creencia dividen a la gente en grupos conflictivos, creando antagonismos entre los hombres. Si los padres amaran a sus hijos dejarían de ser envidiosos y conflictivos, y generarían un cambio fundamental en la estructura de la sociedad actual.
Todos nosotros podemos ver qué es lo que engendra las guerras, y si nos interesa detenerlas podemos empezar a transformarnos a nosotros mismos, que somos las causas de la guerra.