El secreto de la serenidad

Cuento zen con moraleja

Aceptar significa no resistirnos desde el interior. Cada situación tiene una explicación, que todas las cosas pasan por un por qué a nuestro favor.

Imagen del cuento: El secreto de la serenidad

Cuento zen sobre la serenidad

Un día Tsin Shih le preguntó a su maestro cuál era el secreto de su imperturbable serenidad, a lo que este respondió:

Cooperar incondicionalmente con lo inevitable.

MORALEJA

La vida nos enfrenta todo el tiempo a situaciones impredecibles, que a veces ni los más experimentados pronosticadores pueden anticipar.

En general estas son situaciones que no queremos, y ahí es donde se origina el sufrimiento y donde se perturba el alma. Es en el momento que no aceptamos lo que nos pasa cuando comenzamos a sufrir el desgaste emocional y el sufrimiento que esto conlleva. La pérdida de personas queridas, una pérdida económica o una ruptura sentimental son claros ejemplos del origen del sufrimiento.

En todas las situaciones, nuestra mente se resiste a aceptarlo, ¿qué paso? Nuestro ego perdió el control.

Aceptar los hechos que «creemos» que no podemos controlar es parte de elevar nuestra energía y aprender que la aceptación, no debe ser resignación. Aceptar es interpretar que es parte de la vida tener momentos duros que nos llevan a aprender algo.

Cuando más rápido nos adaptamos a una circunstancia menos sufrimos, no hablamos de ser indiferentes, o que nos resignemos como ovejas.

Aceptar significa no resistirnos desde nuestro interior. Entender que cada situación tiene una explicación, que todas las cosas pasan por un «por qué» y dentro del mediano o largo plazo son siempre a nuestro favor. Es parte de comprender que la vida no te coloca situaciones para castigarte, sino para aprender algo, entender, crecer y luego seguir avanzando. Pero esto requiere que primero aceptes lo que te sucede. Esto es una actitud de madurez, de crecimiento espiritual y humano.

Un refrán dice «Dios sabe cómo hace sus cosas» y está referido a que en general las cosas que nos ocurren no son cuando nosotros queremos sino cuando es el momento indicado. Esos momentos rara vez ocurren automáticamente y a nuestro antojo, pero si analizas tus circunstancias en retrospectiva, deberás reconocer, luego de cada mal momento y con una mente clara, el beneficio final de todos los acontecimientos.

No sufras, acepta, coopera con lo inevitable y la sabiduría llegará a ti para que puedas entender, aprender y adaptarte a lo nuevo. Todo tiene una razón de ser, solo con paciencia y mirando hacia atrás vas a poder comprenderlo todo.