El exhibicionismo de Diógenes
Cuento zen con moraleja
El concepto de exhibicionismo para Diógenes era totalmente diferente al que plantea el padre del psicoanálisis Sigmund Freud. Exhibicionismo es hipocresía.
Cuento zen sobre la hipocresía
Antes de partir a la conquista de Asia, Alejandro Magno se detuvo en Corinto y pidió conocer al filósofo Diógenes que vivía con los perros y desnudo, por lo que se ganó la fama de exhibicionista, o al menos eso cuenta una leyenda de larga tradición.
Alejandro entabló conversación con el entonces anciano y, horrorizado por las condiciones en las que vivía y como exhibía su cuerpo desnudo sin importarle nada, le preguntó si podía hacer algo para mejorar su situación.
Sí, apartarte, que me estás tapando el Sol, contestó el filósofo de malas maneras al que era ya el dueño de Grecia. No en vano, según la leyenda, el macedonio no solo aceptó el desplante sin enfadarse, sino que le mostró su máxima admiración por un hombre que no le importaba exhibirse al mundo tal como era, él era un hombre real, auténtico.
MORALEJA
A Diógenes le disgustaba el planteamiento del exhibicionismo, él venía de la escuela de uno de los mejores discípulos de Sócrates, Antístenes.
El concepto de exhibicionismo para Diógenes era totalmente diferente al que plantea el padre del psicoanálisis Sigmund Freud.
Sigmund Freud llama exhibicionista al hombre que trata de enseñar su cuerpo desnudo a alguien. Diógenes llama exhibicionistas a todos los que han sido obligados por lo que llaman civilización a llevar ropa.
Todo el exhibicionismo del hombre actual es el principio del engaño, de la hipocresía. Todo lo de este mundo sin consciencia solo son apariencias, hipocresías. Te hacen falso. No te liberan, ni pueden liberarte. Por el contrario, te aprisionan.
Al hombre o mujer que le gusta aparentar. Pueden hacer lo que sea, e incluso creerlo, pero antes o después estas cosas van a cambiar...; se va a saber que, por lo general, solo es una apariencia, que solo es una actuación, que es hipocresía.
Diógenes era un hombre muy hermoso, como Mahavira -ambos vivieron desnudos- tan proporcionados, tan bellos, sin hipocresías, siempre cristalinos.
En India, el desnudo de Mahavira se convirtió en algo espiritual; en Grecia Diógenes se convirtió en un loco. Solía llevar consigo una lámpara y cuando se encontraba con alguien, aunque fuera a plena luz del día, levantaba la lámpara y le miraba.
Y la gente le preguntaba: ¿Qué estás haciendo, estamos a plena luz del día, el sol brilla; por qué llevas una lámpara? ¿Y por qué miras a la cara de la gente?.
Él solía responder: Estoy buscando un hombre real, auténtico.