El buscador
Cuento zen con moraleja
Si buscar a Dios, estás listo a despojarte de todo, menos de tu idea acerca de cómo es realmente Dios. Si utilizas la mente para buscarlo, no verás a Dios.
Cuento zen sobre el buscador
Cuando el demonio vio a un “buscador” entrar en la casa de un Maestro, decidió hacer lo posible por hacerle desistir de su búsqueda de la Verdad.
Para ello sometió al pobre hombre a todo tipo de tentaciones: riqueza, lujuria, fama, poder, prestigio... Pero el buscador era sumamente experimentado en las cosas del espíritu y, dada su enorme ansia de espiritualidad, podía rechazar las tentaciones con una facilidad asombrosa.
Cuando estuvo en presencia del Maestro, le desconcertó ver a este sentado en un sillón tapizado y con los discípulos a sus pies. “Indudablemente”, pensó para sus adentros, “este hombre carece de la principal virtud de los santos: la humildad”.
Luego observó otras cosas del Maestro que tampoco le gustaron; pero lo que menos le gustó fue que el Maestro apenas le prestara atención. (Supongo que es porque yo no le adulo como los demás), pensó para sí. Tampoco le gustó la clase de ropa que llevaba el Maestro y su manera un tanto engreída de hablar. Todo ello le llevó a la conclusión de que se había equivocado de lugar y de que tendría que seguir buscando en otra parte.
Cuando el buscador salió de allí, el Maestro, que había visto al demonio sentado en un rincón de la estancia, le dijo a este: “No necesitabas molestarte, Tentador. Lo tenías en el bote desde el principio, para que lo sepas”.
MORALEJA
Tal es la suerte de quienes, en su búsqueda de Dios, están dispuestos a despojarse de todo, menos de sus ideas acerca de cómo es realmente Dios.
Recuerda que si utilizas la mente para buscar a Dios, no verás a Dios. Mientras busques a Dios en otra parte nunca podrás ver que tu propio interior es Dios. No uses un dios creado por ti para venerar a Dios y no utilices la mente para invocar a Dios.
El buscador debe situar siempre el final de la búsqueda fuera de sí mismo para poder seguir vivo. El buscador debe proyectar fuentes de un poder invisible en el exterior, en el mundo visible, y luego buscar ese poder.
Mahatma Gandhi lo decía: Si tuviéramos una visión plena de la verdad, ya no buscaríamos a Dios, sino que seríamos uno con él, porque la verdad es Dios. Busca la verdad y exprésala.