La iluminación espiritual

Respuesta pacifica

Cuento Zen (386)

Desde lo alto de un cocotero, un mono arrojó un coco sobre la cabeza de un iluminado. El hombre lo recogió, bebió el dulce jugo, comió la pulpa y se hizo una escudilla con la cáscara.

MORALEJA

Alguien te insulta o te arroja un coco, aprieta un botón, y tú reaccionarás. Te pones furioso, saltas sobre él; ¿y a eso lo llamas acción? No lo es aunque lo creas, es una reacción. Él es el manipulador y tú el manipulado. Él ha apretado un botón y tú has funcionado como una máquina. Igual que cuando aprietas un interruptor y se enciende la luz, y aprietas otra vez y se apaga; eso es lo que la gente hace contigo: te encienden y te apagan.

Viene alguien que te halaga, y tu ego se infla, y te sientes estupendamente; luego viene otro y te pincha, y simplemente te deja por los suelos. Tú eres tu propio maestro: cualquiera puede insultarte y ponerte triste, irritado, fastidiado, violento, fuera de ti. Y cualquiera puede alabarte y ponerte por las nubes, puede hacer que sientas que eres el más grande. Y actúas de acuerdo a las manipulaciones de los demás. Esto no es verdadera acción.

Observa y permanece totalmente tranquilo y en silencio. Ve cuál es la situación y desde ese ver, responde. El hombre de consciencia no reacciona, responde, es responsable; literalmente capaz de responder. Su acción nace de su consciencia, no de tu manipulación; esa es la diferencia. Por eso, no surge la cuestión de la incompatibilidad entre la observación y la espontaneidad. La observación es el principio de la espontaneidad; la responsabilidad es la culminación de la observación.

El verdadero hombre de entendimiento actúa; actúa tremendamente, actúa totalmente, pero actúa en el momento, desde su consciencia.