Verdadero amor
Cuento zen con moraleja
El amor no conoce el rechazo, el amor no conoce quejas. El amor es una comprensión profunda. Amar a alguien no significa que el otro también debe amarnos.
Cuento zen sobre el verdadero amor
Un hombre de cierta edad vino a la clínica donde trabajo para hacerse curar una herida en la mano. Tenía bastante prisa, y mientras se curaba le pregunté qué era eso tan urgente que tenía que hacer. Me dijo que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su mujer que vivía allí. Me contó que llevaba algún tiempo en ese lugar y que tenía un Alzheimer muy avanzado. Mientras acababa de vendar la herida, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana.
No, me dijo. Ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce.
Entonces le pregunté extrañado: Y si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?
Me sonrió y dándome una palmada en la mano me dijo: Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella.
Tuve que contenerme las lágrimas mientras salía y pensé: Esa es la clase de amor que quiero para mi vida. El verdadero amor no se reduce a lo físico ni a lo romántico. El verdadero amor es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya no es...
MORALEJA
El amor no puede florecer si no hay aceptación. El amor es una flor de libertad: necesita aceptación, necesita aceptación absoluta.
El amor consciente es una cualidad, no una cantidad. Es más, como la amistad: más profundo, más elevado, con más fragancia, pero similar a la amistad.
La consciencia le aporta al amor una transformación. Vuestro amor ya no va dirigido a nadie en particular. No significa que dejáis de amar. Simplemente que os convertís en amor, sois amor, vuestro mismo ser es amor, vuestra respiración es amor, vuestras palpitaciones son amor. Despiertos sois amor, dormidos sois amor.
El amor no conoce el rechazo, el amor no conoce quejas. El amor es una comprensión profunda. Amar a alguien... no significa que el otro también debería amarnos.
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